Hace exactamente un mes, he tenido la dicha de recorrer, después de muchos años, nuestras playas de levante, desde el Cabo de Gata, hasta el Playazo de Rodalquilar; afortunadamente, su virginidad sigue prácticamente intacta y pude disfrutar del placer de contemplar unas calas, sin duda entre las más hermosas del mundo; quien escribe estas líneas, conoce más de sesenta países, entre ellos, las playas más famosas y sobre todo las bahías y puedo afirmar sin recato que la Bahía de Almería, desde Punta Entinas hasta el Cabo de Gata, no tiene parangón ni de belleza ni de luz en el mundo, conducir por la carretera del Cañarete, desde Pescadería hasta Aguadulce, es sumirse durante quince minutos en el paraíso que Dios lego a los almerienses.
En iguales términos, catalogo la costa almeriense desde el Cabo de Gata hasta Carboneras que es la que más conozco y visito. Desde la Cala de las Sirenas, uno de los arrecifes más bonitos del Mediterráneo, pasando por Cala Rajá, Cala de Punta Negra con su roca legendaria que impresiona desde el agua; la Cala de la Ninfa, de difícil acceso, pero de una belleza inigualable, Cala Carbón, la que es posible disfrutar accediendo a ella a pie, Cala de la Media Luna y Mónsul, las estrellas del universo que es el Parque del Cabo de Gata, Cala Grande con sus rocas milenarias con un blanco y negro ancestral y la joya de Los Genoveses, una ensenada que entre el Morrón y la punta de los Amarillos, acoge como condensada la belleza inigualable del Mare Ibéricum.
Sinceramente, volví a rememorar aquellos años sesenta, cuando en compañía de los tres amigos que soñábamos despiertos, conseguíamos después de más de dos horas de bicicleta, poder bucear en aquél paraíso. Nunca he podido olvidar la grandeza y la belleza de lo que el destino legó a los almerienses. Pero, como nunca la alegría perdura cuando el mundo está sometido a los políticos, este fin de semana, desde la lejanía de mi actual residencia, he podido conocer a través de nuestro periódico que en la playa de Los Genoveses, se habían refugiado del mal tiempo, alrededor de una decena de lanchas de narcotraficantes, permaneciendo impunemente, hasta que el buen tiempo les ha permitido irse a sembrar de muerte nuestra tierra y otras muchas.
Después de lo de Barbate, urge que el Congreso, a propuesta del Gobierno y de los demás partidos, se preocupe más de la defensa de los españoles, en este caso de los almerienses, y haga leyes que permitan defendernos de los traficantes, no solo las leyes estúpidas y preñadas de sandeces en las que está entretenido un Congreso lamentable, lleno de insensatos que solo piensan en su beneficio.
Nuestras playas, son, junto a nuestra agricultura, el mayor (quizá el único) bastión de la defensa de la economía almeriense y hechos como éste, agravados por las narcolanchas que ahora se dedican a llevar inmigrantes hasta la misma playa de la Romanilla en Roquetas de Mar, son un cáncer que poco a poco, esparcirá la cizaña de la mala fama de nuestro paraíso y los turistas que ahora nos honran con su visita, dejarán de venir. Duele tener que decir: “Dios que nos ha dado un paraíso a los almerienses, nos ha negado unos gobernantes que nos lo defiendan, temo que nos lo destrocen”.
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