La pitada

El próximo viernes los equipos del Barcelona F.C. y Ath. Bilbao disputarán la final de la Copa del Rey de Fútbol, un acontecimiento estrictamente deportivo que, como tal, tan sólo debería ocupar su espacio entre las cosas leves y accesorias de la actualidad nacional. Sin embargo, la prevista y ritual pitada con la que ambas aficiones "saludarán" la preceptiva interpretación del Himno de España y la presencia del Rey pondrá el foco informativo en extremos ajenos a la práctica deportiva. Ahora hablamos de política, pero esto de la pitada es, antes que otra cosa, una muestra de pésima educación, nulo civismo y descorazonador aldeanismo. Mientras que en los Estados Unidos un encuentro de estas características no se entiende sin una respetuosa interpretación de su himno nacional, aquí nos ciscamos en él. Y así nos va.  Nuestra sociedad presenta en ocasiones perfiles de corte psiquiátrico que llevan a ver como normal que buena parte de las aficiones de estos dos equipos se vea en la obligación escénica de expresar su disconformidad y malestar con los símbolos que dan carta de naturaleza al trofeo por el que van a competir con todas sus fuerzas. Pero si tan insoportable resulta la simbología propia de la Copa del Rey de España de Fútbol, no se acaba de entender bien la determinación, el esfuerzo y el empeño por conseguirlo y alzarlo, y besarlo y pasearlo por las calles entre muestras de grandísima satisfacción, para terminar custodiado en las vitrinas más preciadas del club. Asistimos una vez más a esa permanente incoherencia de ese independentismo pesebrista que se basa en protestar por todo, pero sin renunciar a nada.