El accidente sufrido por Margaret Rhodes en Alfaix ha desvelado una serie de circunstancias que no éramos capaces de ver a pesar de estar delante de nuestros ojos. La cosa tiene gracia, porque ha tenido que ser la prima de Su Graciosa Majestad la que, sin pretenderlo, rompiera la escayola de ligereza con que muchos almerienses se han acercado y se acercan al fenómeno de la presencia masiva de ingleses en nuestra provincia en general y en el Levante y el Almanzora en particular.
No es extraño. Hace muchos años me contó Manuel del Águila que, en el transcurso del coctel que siguió al anuncio de la construcción del aeropuerto, se atrevió a matizarle al gobernador la inconveniencia que supondría para los ingleses que acababan de llegar a Costacabana el ruido de los aviones.
-Que se jodan- fue su respuesta.
La inteligencia y el falangismo nunca coincidieron.
Esta filosofía de desdén hacia lo desconocido ha seguido y sigue habitando entre muchos almerienses. De todas las geografías; de todas las ideologías. Solo así se entiende el trato que hemos dispensado en los últimos años a los miles de ingleses que eligieron nuestra provincia como residencia habitual y solo así puede comprenderse que hayamos levantado entorno a ellos un muro de incomprensión que, justo es decirlo, ellos tampoco han hecho nada por eliminar.
Sin pretenderlo, con su indeseado incidente, Miss Rhodes nos ha puesto en la pista para saber que detrás del tópico ( y a veces real) turismo sanitario se encuentra una factura superior a dos millones de euros, que es lo que el Servicio Andaluz de Salud ha cobrado cada año de los últimos a las autoridades británicas por atender en el hospital de Huercal Overa a sus súbditos.
Una realidad que, como en el juego de la matruskas rusas, encierra otra centrada en la calidad asistencial de ese centro hospitalario. La prima de Isabel II fue operada en La Inmaculada y no en otro hospital almeriense, andaluz o inglés porque nadie discute la alta cualificación de sus servicios.
Pero con ser las circunstancias anteriores importantes, quizá en lo que más haya que detenerse sea en el atractivo que el sur y Almeria tienen para miles de ciudadanos ingleses de toda clase y condición. Su llegada no puede buscar similitudes con la de los románticos ingleses que buscaban la excentricidad cultural ni, tampoco, con las de aquella burguesía que en la época de esplendor de la minería encontraron en nuestras sierras el territorio de sus legítimas aspiraciones empresariales.
Ya no hay tipos raros sobre los que escribir desde la sorprendida admiración por lo excéntrico ni minas por explotar. Lo que hay (y mucho) es un territorio soleado en el que encontrar cobijo después de años de bruma, calidez después de media vida de humedad y ocio después de una vida de trabajo.
La geografía y la innovación nos han situado en una encrucijada de caminos. Somos una tierra de acogida para cien mil inmigrantes del sur que encontraron aquí lo que en sus países se les negaba y, a la vez, podemos ser un territorio en el que muchos miles de centro europeos pueden encontrar la calidad de vida y la felicidad compartida que su clima y su geografía les perturba.
Lo que no entiendo es porqué recibimos a los del sur con la solidaridad que ennoblece y a los del norte con la hostilidad que entontece. Somos una tierra de acogida y unos y otros -de diferente forma, desde lugares diferentes- vienen a aportar lo mismo: riqueza. La que genera su trabajo y su esfuerzo y la que produce su inversión y sus gastos, pero riqueza al cabo.
Si llevamos dando la bienvenida a nuestros vecinos del sur, démosle también la bienvenida a quienes han
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/28000/bienvenida-miss-rhodes