Hace algunos días, en la reunión de primeras horas de la tarde en la que se deciden los temas que merecen la calificación de noticiables y que aparecerán al día siguiente en las páginas de este periódico, uno de los redactores jefes aludió a una nueva polémica, otra más, sobre el soterramiento. Fue como un resorte; el mismo responsable de redacción que acababa de exponer la propuesta no pudo evitar un inevitable comentario de hastío ante la interminable saga de polémicas intrascendentes que lleva generando el tema desde hace décadas.
Lo curioso es que su desahogo sirvió como primer paso para que, entre todos los que asistíamos a la habitual reunión diaria, transitáramos por una gran marcha sobre aquellas cuestiones pendientes que tiene la provincia sobre la mesa de los ministerios, las consejerías y las concejalías y que han acabado por convertirse en un bucle interminable que sólo conduce a la melancolía.
El soterramiento. La autovía con Málaga. La conexión ferroviaria con el puerto. La relación puerto- ciudad. El Corredor Mediterráneo. La autovía del Almanzora. La utilización del gas de Medgaz por las empresas almerienses. Los PERIS de San Cristóbal y La Chanca. El Parque de La Hoya, El Mesón Gitano. El segundo hospital público en la ciudad. El hospital materno Infantil. La facultad de Medicina. Los Presupuestos Generales del Estado y la Junta que nunca se cumplen. La concentración de la oferta agrícola. La Plaza Vieja. El tranvía. El Toyo. El Algarrobico. Los aparcamientos en Mónsul y Genoveses. La limpieza en Palomares. Todos estos temas- y más, muchos- merecen cada uno un punto y seguido (por interminables) en la larga relación de temas pendientes y recurrentes en los que nadie o casi nadie hace nada porque lleguen al final de su trayecto, que no es otro que su terminación como obra, su culminación como proyecto o su cierre como contencioso administrativo o judicial.
Lo peor de adentrarse en este bosque es que no hay brújula capaz de orientarnos en medio de la espesura de quienes plantaron los árboles. Si situáramos a todos los políticos que opinan un día sí y otro también sobre esos temas en medio de la arboleda asistiríamos a un concierto de voces en la que todos hablarían pero muy pocos sabrían lo que estaban diciendo. El ruido sería tan insoportablemente contradictorio que los que ayer dijeron una cosa hoy diría la contraria y aún entre los del mismo `coro cada uno cantaría una partitura distinta.
¿Cuántas veces han intercambiado el PP y el PSOE sus opiniones sobre el soterramiento? ¿Cuántas contradicciones hay en sus propias filas sobre la ubicación de la estación término para el AVE? ¿Quién ha sido capaz de dar un paso en la concentración de la oferta agrícola a pesar de estar todos de acuerdo en que es imprescindible llegar a ella? ¿Quién dice la verdad de lo que piensa sobre El Algarrobico cuando se lo preguntan delante de un micrófono? ¿Cuántos creen que la facultad de Medicina mejorará la calidad asistencial de los almerienses y cuántos que es un despilfarro y más en tiempos de crisis? (Despilfarro equiparable, no en la cuantía, pero sí en el argumento, al que se da en algunas asignaturas de la Universidad en las que resultaría más barato enviar a los alumnos a estudiarlas en Oxford que lo que cuesta que lo puedan hacer en el Campus de La Cañada).
La relación de interrogantes es tan interminable como la de proyectos inacabados o propuestas no iniciadas.
Lo peor del caso es que los ciudadanos asistimos
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Pedro Manuel de la Cruz