Renovar o Remover. Esa es la cuestión. El dilema se lo oí por primera vez al secretario provincial de los socialistas almerienses, Jose Luis Sanchez Teruel y a la desde ayer ex secretaria de organización Susana Díaz en una conversación previa al congreso. Esa dualidad recorre la reflexión de muchos de los delegados que este fin de semana se han dado cita en El Toyo; sobre todo los que no llevan muchos años asentados en el poder y sus entornos (a los históricos la reflexión les llevaría al riesgo del alejamiento y esa es siempre una posición incómoda).
Pero esa es la incógnita que tendrán que despejar los socialistas andaluces a partir de hoy, una vez que los ecos por el poder mantenido el 25 M les deje oír las voces de una realidad que lleva llamando a su puerta desde hace años.
Siempre que regreso a esta realidad me asalta a la memoria una escena de “La caída del Imperio Romano” que, seguro, a un amante del cine como Griñan, no le pasó desapercibida.
La acción tiene como escenario el Foro y el argumento que la sustenta es una discusión entre Cómodo, el emperador, y Livio, el general victorioso, sobre la estrategia a seguir para frenar la rebelión que se extiende contra el Imperio. El primero se muestra irreductible en su voluntad de no modificar la política seguida hasta entonces; el segundo defiende la necesidad de adaptarse a la realidad sobrevenida. El enfrentamiento sube de tono y es entonces cuando un senador pide la palabra y con aire pretendidamente distraído hace publica su opinión posicionándose a favor de las tesis de Livio: “El problema con que nos enfrentamos es que los romanos hemos cambiado el mundo pero Roma no ha cambiado”.
Desde aquel 189 d. C. a este calor adelantado almeriense ha pasado mucho tiempo pero hay comportamientos que permanecen inalterables. La resistencia al cambio es uno de ellos. En cualquier etapa, en cualquier circunstancia cambiar- renovar- supone situar y situarse ante un imaginario que siempre produce vértigo.
El vértigo que recorre a los socialistas desde que decidieron que Griñan sustituyera a Chaves. En aquella batalla (cuya guerra aún no ha terminado) todos estuvieron de acuerdo en renovar para remover, no en renovar para cambiar. La filosofía gatopardiana de que “todo cambie para que todo siga igual” fue la que guió los pasos de aquel camino.
Han cambiado nombres (algunos); se han modificado status; hay quienes estaban y ya no están; es cierto. Pero, en esencia, el PSOE de hoy es el mismo que el de ayer y el de antesdeayer. Las posiciones personales cambian pero la mentalidad permanece inalterable.
Griñan comenzó hace dos años una carrera llena de obstáculos que todavía no ha terminado. Pero en su recorrido le ha llegado el momento de traspasar la meta volante de los nombres y adentrarse en el fondo de las ideas con que enfrentarse a la nueva realidad. Los socialistas, que han cambiado Andalucía en los últimos treinta años, deben cambiar ahora el PSOE.
El 25 M y su aritmética parlamentaria les concedió un prórroga que aprovechan o les llevará a la caída. Tienen tres años para corregir comportamientos inexplicados como el de los EREs; modificar estructuras anquilosadas por una burocracia obsoleta; agilizar desarrollos, torpedeados por administraciones en manos de funcionarios interesados, más que en solucionar problemas, en justificar su sueldo con impertinencias de dudosa legalidad y segura ralentización; tienen que acercarse a los problemas de la gente desde el calor del asfalto, no desde la comodidad de la moqueta; singularizar cada provincia, no uniformarlas. Andalucía es rica porque Jaén no es Almeria ni Huelv
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