Un Premio al talento y al talante

Un Premio al talento y al talante

Pedro Manuel de La Cruz
22:44 • 08 sept. 2012

La concesión a Iker Casillas y a Xavi Hernández del Príncipe de Asturias de los Deportes es un premio al talento y al talante. En una época en que la irracionalidad ha sustituido al razonamiento, los gritos a las voces y la intolerancia (que oscurece) al respeto por la discrepancia (que enriquece), estoy seguro que somos una inmensa mayoría (siempre hay tontos de guardia en estado de alerta) que vemos en la decisión un desmarque  de inteligencia, un despeje de audacia, un regate de imaginación.


Que Madrid y Cataluña, que el Madrid y el Barca, vayan juntos a recoger un premio tan prestigiado y tan prestigioso es un signo de tanta normalidad que resulta inconcebible que, para tantos españoles y por tantos motivos, pueda ser considerado como la excepción elegante de una regla marcada por la zafiedad tribal con que demasiados hooligans del nacionalismo español y catalán ven las relaciones entre las dos comunidades autonomas.


Quizá sea un efecto de la educación que recibí en aquella casa en la que sólo abundaba el cariño y en aquella escuela de maestra republicana, pero siempre aprendí que la diferencia es un complemento, nunca una agresión; que el respeto es la traducción de la inteligencia a las relaciones sociales; y que cuando se pierde ya solo existe la nada.




No sé a usted, pero a mí me ensordece tanto ruido. Y lo que es peor: el ruido está ensordeciendo al país.


Miras el paisaje y te acercas al abismo de comprobar que las señas de identidad de España pueden quedar reducidas, con el tiempo y la estupidez, a la selección española, la trama comercial de El Corte Inglés y al Gordo de navidad. Es una reducción al absurdo, pero ¿no estamos acercándonos a ese acantilado?




La crisis es una oportunidad inmensa para sacar lo mejor y lo peor de cada uno. En España, tan amante del psicodrama, nos hemos decantado por la segunda opción. El refugio de los canallas que siempre ha sido y es el patrioterismo (centralista o periférico), está generando un estado de dispersión en el que bajo el manto del “sálvese quien pueda” se esconde la amenaza real de quedar todos sepultados.


Por eso resulta imposible comprender cómo la clase política que nos dirige- desde el gobierno o desde la oposición- no sean capaces de adoptar las medidas necesarias para, mediante el acuerdo razonado y el pacto razonable, expulsar del engranaje administrativo todas aquellas caducidades que están entorpeciendo el funcionamiento del Estado y, por tanto, la salida de la crisis.




No hemos aprendido que siempre hemos salido adelante cuando la fuerza que nos unía era más potente que la rivalidad que nos dispersaba.


El fútbol (como cualquier aspecto de la vida) es un buen ejemplo de la eficacia de ese método de actuación. Por eso tiene un valor simbólico importante la imagen próxima de Casillas y Xavi recogiendo el Premio en el Teatro Campoamor de Oviedo. En el silencio de la noche asturiana, cuando el músculo futbolístico duerma y la ambición por la victoria descanse, la imagen de estos dos grandísimos ejemplos de deportistas compartiendo Premio, debe ser un síntoma de que no todo está perdido.


Los galardonados Casillas y Xavi saben que un partido se puede perder. Los españoles sabemos que a esta crisis sólo se le puede ganar. Y la victoria siempre será fruto de la unión inteligente, nunca de la discrepancia disgregadora.



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