Quiero aclarar que el título, reducido, que encabeza mi artículo se lo debo a mi querida tía Rosa Cristina, mujer cristiana y sufrida. Siempre confió en el Sr. ¡Y cuanta amargura padeció como madre excelente, llena de amor y paciencia! Los que tuvimos la suerte de conocerla estamos seguros de su llegada al Cielo donde, consecuentemente, estará rodeada de ángeles y arcángeles. Por otra parte, el refranero español es rico en expresiones sobre lo prudente que es, a veces, mantener la boca cerrada pero mis lectores saben que me es difícil no hacer uso de la bendita libertad de expresión cuando el caso lo requiere, aunque resulte impertinente. Como siempre recuerdo a los que no comparten mis ideas que, al menos, las respeten.
He dicho en varias ocasiones que soy rebelde contra las injusticias y que estas son muy numerosas en el statu quo que nos ha tocado vivir, donde los sinvergüenzas sin paliativos se nutren de la sangre, sudor y lágrimas de los que trabajan -los que pueden- con misérrimos sueldos; aquí cabe “jodidos y agradecidos”
Ignoro cuando, el obispo de Almería, va a dejar en paz a Resurrección Galera; el ínclito olvida las hermosas palabras del Sumo Hacedor:”Amaos los unos a los otros” No tengo autoridad para indicarle lo que debería hacer pero una sugerencia si me permito: que haga algún viaje a esos países donde todas las criaturas mueren de inanición, de sed, de dolores tremendos a los que no encuentran paliativos. A estas criaturas les diría Pilar Pérez: “Es todo un gran vacío, el tiempo que corre acelera, sin parar un momento. Un gran espacio triste e incoloro, ceniza desleída por el viento”
Estoy, como cualquier español, al tanto de la macabra situación a la que nos tienen sometidos Rajoy y los suyos con promesas y cambalaches continuos. Hace años que vivo gustosamente en el interior del Zapillo y cuando una joven llamad Aura me acompaña a dar un pequeño paseo, mis amigos y otros me instan a que meta mano ante la injusta situación que vivimos, no solo en España sino en otros países que aún lo pasan peor. A Rajoy lo llamaría EL SASTRE, o mejor aún EL PODADOR, por las enormes tijeras que usa. A la señora Saenz de Santamaría que cuide ese rostro tan bonito, aunque, a decir verdad, quizás valga la pena morir por la causa.
Me hubiera gustado comentar la entrevista televisiva a Rajoy de la semana pasada. En el momento oportuno, cosa que no suele hacer, mi querida esposa me cortó la inspiración. No obstante recuerdo que algunas respuestas carecían de coherencia y no convencieron a los periodistas que le “tiraron a muerte” aunque hubo uno de voz tenue que quiso entrar y no pudo.
Karmen Romero nos dedica este fragmento con paz y amor: “Pétalos de alegría, amores insondables, primaveras febriles, derroche de ilusiones, sentimientos inmersos…”
Carlos Hernández es mi amigo desde hace mucho tiempo y ahora, si cabe, esa amistad se ha hecho mas honda. A veces reñimos pero pronto una nube blanca disipa cualquier conato de enfado. Mercedes Soler, fe esperanza, caridad; y no son las únicas virtudes que posee.
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