La rotundidad con que el alcalde de la capital y el concejal de Urbanismo han hecho pública la oposición del gobierno municipal al regreso del embarque en superficie del mineral de Alquife por el puerto de Almeria ha levantado una polvareda que solo puede entenderse por el estremecimiento que esa posibilidad provoca en los almerienses, no porque nadie con representación institucional- Junta, Puerto, empresarios, sindicatos o colectivo social alguno- mantengan una posición contraria.
El padecimiento continuado a que fue sometida la ciudad por el transporte del mineral granadino permanece intacto en la memoria colectiva como un paisaje de vías y polvo rojo al que nadie quiere regresar. Todos están de acuerdo: la vuelta a aquel pasado de hierro y ventoleras es inasumible, inviable e inaceptable. Estamos por tanto ante un buen punto de encuentro.
Partiendo de esta premisa básica e indiscutida (nadie quiere veinte trenes diarios de trescientos cincuenta metros cada uno cruzando en superficie la ciudad ni un inmenso silo a la intemperie que provoque en los días de poniente una inmensa nube de polvo en suspensión), se antoja necesario que, ante el proyecto presentado por la empresa, las partes implicadas- Ayuntamiento, Junta y Autoridad Portuaria- actúen con el rigor y la ponderación que el tema requiere.
No estamos ante una actuación urbana menor. Estamos ante un proyecto que marcará el futuro del puerto, de su integración con la ciudad y, podría ser que en última instancia, de cómo y dónde llegará el AVE a la capital. Y es aquí, en estos dos últimos ángulos, que hasta ahora han pasado casi desapercibidos, donde quizá se encuentren las turbinas que han generado el viento que ha levantado la polvareda y del que nadie quiere hablar.
La opción planteada por el subdelegado del gobierno en Almería, Andrés García Lorca, respaldada también por el subdelegado del Gobierno en Granada, de que una opción razonada y razonable podría ser la de priorizar la línea del AVE a construir entre Huércal de Almería y Venta del Pobre para, desde allí, levantar un ramal hasta el puerto de Carboneras, merece la máxima consideración. La cualificación profesional de García Lorca, catedrático de Geografía, y su experiencia en el puerto de Almería, sobre el que ha publicado varios estudios, es un aval que da solidez a la propuesta.
En un mundo globalizado no podemos insistir en una visión doméstica del espacio. Las actuaciones deben hacerse allí donde sean más rentables y menos hipotecas exijan a los ciudadanos. Almería no es la capital rodeada de pueblos, ni sus muelles configuran un puerto rodeado de puertos. Almería es un todo y nada debe resultar ajeno; y, mucho menos, interpretarse como una pérdida de hegemonía. La Autoridad Portuaria de Almería está compuesta por la capital y el puerto comercial de Carboneras y, desde esa realidad incuestionada, debe quedar cerrada cualquier interpretación localista. Facilitemos el embarque de mineral, pero hágase desde la racionalidad de los recursos, la viabilidad de los proyectos y las perspectivas de futuro.
El medio ambiente como condición
Si el proyecto empresarial de Alquife alcanza el visto bueno de las administraciones con competencia sobre la propuesta, deberá ser tras el cumplimiento escrupuloso de todas y cada una de las condiciones urbanísticas y medioambientales que garanticen que la vida ciudadana no se verá perturbada. Confío en los niveles de exigencia de los parámetros técnicos a valorar por las distintas administraciones; pero confío, aún más, en la capacidad d
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Pedro Manuel de la Cruz