Un banco malo

Un banco malo

Ginés Parra
21:01 • 01 nov. 2012

Se trata de relatar un hecho ficticio, algo inimaginable, un suceso que jamás podría pasar en nuestro país y menos aun en pleno siglo XXI.


Esto, sucedió en un lugar muy, muy lejano, de los llamados del tercer mundo, un país incivilizado, tal vez. En un pueblo, done vivían mas de 150.000 almas, la paz se vio interrumpida por un acontecimiento insólito. En la calle principal de esa ciudad apareció un extranjero, se había sentado sin previo aviso y sin permiso alguno, en uno de sus bancos, muy próximo a este banco, se encontraba una joyería de prestigio, un quiosco de prensa donde acudían las personas de rancio abolengo de la ciudad e incluso también había un banco, pero de los otros, de esos de dinero, de los que prestan dinero a los que lo necesitan y están siempre pendientes de aquellos que precisan ayuda.


Este hombre que había osado depositar allí sus posaderas, acostumbraba a beber cierto liquido alcohólico, llamaba la atención de los viandantes, cuando tenía sueño se tumbaba a lo largo de todo el asiento,... en fin resultaba molesto, no se lavaba, era incomodo, olía mal e incluso su presencia podía ahuyentar a los clientes. Resultaba incómodo, pero sin embargo él seguía allí un día y otro aferrado a su asiento como si  eso fuese solamente lo que tenia o tal vez era lo único que tenia.




Resultaba incomodo llegar cada mañana a la zona, con su traje impoluto, su corbata de nudo perfecto y los zapatos lustrosos y encontrarse en el mismo sitio a aquel hombre aun durmiendo sobre el banco, en postura horizontal tapado con una manta sucia, agujereada y maloliente. Cuando salían a media mañana a tomar el desayuno, allí seguía sin apenas moverse, no más de ponerse vertical, y al llegar de nuevo con el sabor del café recién hecho, las migas de la tostada aun en la solapa del traje y nuevamente ver aquella patética imagen. En aquel mismo instante se reunieron los afectados de la zona próxima a aquel “terrible espectáculo”, no pensaron en cómo resolver la situación de esa persona, cómo buscarle un lugar mas cómodo para él, un techo, una cama, un plato de comida caliente,...No, la cuestión era eliminar a toda costa aquella imagen que afeaba el entorno.


No se les ocurrió llamar a alguna asociación, Ong... para ver qué podían hacer, no dieron en hablar con los servicios sociales de aquella ciudad de aquel lejano país. Pero tuvieron la mejor de las ideas, no volvería aquel individuo a sentarse en aquel banco, ni a pernoctar en él, ¡Ya está!  Quitando el banco de aquel lugar estaría resuelto, así que hablaron con el responsable municipal encargado a tal efecto y tomaron dicha decisión que a todos les pareció la mas feliz de las ideas, la mas eficaz. “Muerto el perro se acabo la rabia”. Desde luego, esto solo puede ocurrir en pueblo incivilizado como aquel, en un lugar anclado en el pasado, en siglos anteriores, pero jamás podría pasar cerca de nosotros, ni en la actualidad. De esta forma podrían llegar cada mañana a su negocio sin temor a encontrarse con esa fotografía que se había vuelta fija. No mas sufrimiento tras la vuelta del desayuno y volver a verlo allí sentado y maloliente, no verían peligrar la falta de clientela ahuyentada por la miseria. Era sin duda la mejor de las soluciones, eliminar el Banco malo.






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