Los gestos

Los gestos

Antonio Felipe Rubio
19:24 • 07 nov. 2012

Amortiguado por la distancia, en la cafetería, oigo expresiones muy poco edificantes: “chorizos, sinvergüenzas, trincones…”. Presto mayor atención, por otra parte innecesaria ante la efusiva estridencia del indignado orador, y finalmente alcanzo a entender la trama argumental. 


El asunto va de los ipads que han extraviado algunos diputados del Congreso y que se aprestan a solicitar su reposición. La conversación comienza a derivar por las prebendas y privilegios que, al margen de los holgados sueldos, se extienden por el llamado “kit del diputado”: iphones, ipades, tarjetas, billetes de avión, privilegio VIP, dietas, complementos, extras…  en fin, hasta que sale a colación el desparpajo de la alcaldesa Botella que se va de puente a un exclusivo resort luso en plena crisis del Madrid Arena. Atrás queda la prima de riesgo, deuda externa, recuperación económica, paro… o sea, una vez más, al fondo por las formas.


Las formas y los gestos se tornan imperdonables cuando existen envidiosos prejuicios. Una simple distracción se interpreta como que se le ha subido el “pavo” a la cabeza. 




No obstante, a algunos el éxito económico o la relevancia social les impone una criba en el entorno de sus relaciones afectivas que no es otra cosa que un aislamiento corporativista; una homologación de casta artificiosa que, en otras culturas, se evidencia con la profusión de plumas, colmillos, osamentas, metales, piedras… hasta que llega el ipad y el aforamiento. 


El ejercicio del gobierno conlleva la ostentación del poder y, como los galones militares, ha de hacerse reconocible con inequívoca visibilidad y ansiada ambición.




Volviendo a las señorías y su distraída custodia del “kit del diputado”, entiendo la indignación de un trabajador al que se le confía una delicada herramienta de trabajo y por la que ha de responder con su sueldo y estabilidad laboral de su uso y custodia  


Recuerdo mi primer teléfono móvil, facilitado por la empresa para un uso profesional y con las concesiones privadas que la responsabilidad y el buen criterio impone. 




El telefonino era un magnífico Motorola de antena extraíble, sin memorias, batería de camión… un auténtico ladrillo; pero me sentía privilegiado por la confianza depositada por la empresa y, consecuentemente, cuidé celosamente de su integridad y de la naturaleza y frecuencia de las llamadas que repercutiesen en la factura. En fin, como tantos, sucumbí a la esnobista vanidad tecnológica de la exclusividad y la distinción; y no escarmentamos.


Sería una necedad sustraer a los diputados de las ventajas de una ágil red corporativa de acceso y comunicación, tan necesaria en la actualidad. 


Otra cosa es la displicencia y la pellejería de la que algunos hacen gala; porque no se ha dicho todo sobre los ipads perdidos por sus señorías. Recientemente, el Congreso de los Diputados cambió de HTC a iphone y, para servir los nuevos terminales de Apple, solicitó la devolución de los antiguos HTC, pero no aparecían.


 La intención era disponer de ambos teléfonos dada la histórica generosidad de la Administración para con tan altos dignatarios. Sin embargo, el Gobierno de Mariano Rajoy insistió “si no hay entrega de HTC no hay iphone”… y aparecieron todos.


La permisividad y el corporativismo desde la administración pública han de erradicarse si se pretende una recuperación de la honradez en la clase política. Ya vemos cómo los gestos se tornan imperdonables cuando se antepone la pose a la efectividad. 



Temas relacionados

para ti

en destaque