Cómo se ha hecho el nuevo PP de Almería

Cómo se ha hecho el nuevo PP de Almería

Pedro Manuel de La Cruz
23:11 • 10 nov. 2012

El PP celebra hoy su congreso provincial en un clima de indisimulada satisfacción. La cómoda hegemonía electoral que mantienen desde hace años, la ausencia de voces internas que generen alguna dificultad y la desaparición de la escena política de Megino y Enciso hace que los populares recorran hoy en el teatro municipal de El Ejido un escenario al que cualquier partido desearía llegar.


El desencanto por no alcanzar el gobierno de la Junta y el drama (personal para muchos) de que Arenas no alcanzara la presidencia matiza la euforia. El PP ha cruzado el Mar Rojo pero no ha podido llegar a la Tierra Prometida.


De aquella organización casi residual de principios de los ochenta a este partido abrumadoramente mayoritario hay un abismo incomprensible si no se analizan los principales factores que han contribuido, desde fuera y desde dentro, a su actual configuración.




Uno ha sido sin duda la descomposición permanente a la que el zapaterismo sometió al PSOE en los últimos años. He escrito zapaterismo y no Zapatero porque lo peor de éste fue el modo de hacer política que impregnó en los cuadros altos de su partido. Zapatero fue un gobernante dotado de una levedad insoportable, pero quienes le acompañaron en la travesía no alcanzaron ni la sustancialidad del Ser; se quedaron (y tan felices) en el Estar. Lo importante, para ellos, era llegar, aunque no supieran dónde ni para qué. 


Hegemonía




El ‘happy pandi’ como filosofía política estaba condenado al fracaso pero quienes participaban en la fiesta nunca quisieron parar la música. “El problema de estos chicos- me dijo una sobremesa madrileña un alto cargo de aquel gobierno- es que se juntan una noche a cenar y en los postres ya han hecho un Decreto Ley”. Lo grave es que aquella pandilla feliz que jugaba a la yenka  con el país se encontró con una crisis internacional para la que, si nadie estaba preparado en el mundo occidental, ellos lo estaban aún menos.


La crisis y su gestión explican los movimientos electorales inversamente proporcionales entre socialistas y populares, pero, con ser formidable su importancia, no la llegan a explicar en toda su dimensión: el PP ya había comenzado su hegemonía en Almería antes de que la crisis estallara.




El comienzo habría que buscarlo (y encontrarlo) en la estructura económica y sociológica de la provincia. Almería no es Jaén; ni Huelva; ni Córdoba; ni Sevilla. Tenemos muchas cosas en común, pero nuestra estructura socioeconómica es manifiestamente distinta. Ni mejor, ni peor: distinta. 


Una distinción que provocó que criterios y modelos de gestión abordados por los gobiernos socialistas fuesen percibidos por los almerienses, no como incentivadores del desarrollo, sino como obstaculizadores del mismo. Las normas urbanísticas son un ejemplo revelador de esa ausencia de sintonía: ¿Por qué en Málaga se podían construir miles de casas en la montaña y aquí no se permitía hacerlo en los valles? ¿Por qué hay que tirar El Algarrobico y no hacer lo mismo con los centenares de construcciones ilegales que salpican el resto de la costa andaluza?


Sevilla siempre ha estado lejos de Almería- cuatro consejeros en treinta años- y, en ese tiempo, el PP ha hecho-con razón a veces, sin ella otras- una enfatización permanente de esa lejanía que le ha ido atrayendo, poco a poco y cada vez más, al cuerpo electoral. En todo este tiempo el PP ha sabido trasmitir las debilidades del PSOE, mientras que los socialistas casi nunca supieron poner en valor sus fortalezas; estaban más preocupados por sus constantes pugnas int


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