Queridos diocesanos: La jornada que cada año venimos dedicando a la Iglesia diocesana ha de servirnos a todos, pastores y demás fieles cristianos, a tomar conciencia de que somos iglesia todos y juntos formamos el cuerpo místico de Cristo, una realidad espiritual y al mismo tiempo social, visible y, por eso mismo, necesitada en su configuración social de estructuras que le permitan realizar su propia misión; es decir, la obra de evangelización y misionera de la Iglesia y su organización pastoral requieren el necesario equipamiento de medios, sin los cuales las limitaciones materiales y de funcionamiento del cuerpo eclesial de un modo u otro bloquea o, al menos, merma el alcance de las acciones evangelizadoras o pastorales.
Es el caso de la formación y preparación espiritual de los sacerdotes, que comienza con la formación de los candidatos al sacerdocio en el Seminario Diocesano, cuyo sostenimiento requiere el concurso de todos los católicos de la Iglesia diocesana. Los seminaristas cursan estudios superiores en el Centro de Estudios Eclesiásticos de Almería, que es el Instituto Superior del Seminario, que reclama el sostenimiento necesario para que cumpla su función. Mas no sólo se ha de cubrir la necesaria financiación de la formación del clero, sino también la igualmente necesaria formación de los laicos, particularmente la de los colaboradores del ministerio pastoral y la de los profesores de Religión católica.
Se necesitan, por lo demás, la construcción de nuevos complejos parroquiales, en los cuales hay que situar tanto el edificio de la iglesia como las piezas que se utilizan para la catequesis, las reuniones apostólicas y pastorales, las casas rectorales; y el mantenimiento en buen estado de todos ellos. A lo cual hay que añadir los edificios de utilidad común para el buen funcionamiento de los servicios destinados a la administración pastoral diocesana, encomendada a la Curia episcopal y a disposición no sólo de los diocesanos, sino también de cuantas personas de buena voluntad necesitan de estos servicios, entre los cual están el acceso al patrimonio histórico-artístico y documental de la Iglesia en Almería. A todos son patentes las mejoras realizadas en este campo en los últimos años en el remozamiento de estructuras y servicios, que redundan en beneficio tanto de la diócesis como de la misma sociedad civil.
La Iglesia diocesana es, por todo ello, una empresa de todos los creyentes y de cuantos consideran de utilidad cultural y social, pero sobre todo es la plasmación visible y funcional de una comunidad de fe formada por seres humanos, que acogen la Palabra de Dios y quieren vivir según el designio de Dios para el hombre que nos ha sido revelado en Jesucristo. Una comunidad que es, pues, realidad espiritual y al mismo tiempo social, invisible y visible, obra de Dios y, por voluntad de Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, obra también de los hombres.
Por todo ello, el «Día de la Iglesia diocesana» reclama la atención de todos los diocesanos, que han de ver en la Iglesia a la que pertenecen y de la cual son y forman parte, obra propia. La sociedad pasa por una crisis financiera profunda y una difícil situación económica, pero gracias al compromiso humanitario y social de la Iglesia, más de un millón de personas pueden ver paliada la falta de trabajo y la urgente necesidad de dar satisfacción a necesidades básicas. Lo saben bien los necesitados y los pobres, que han visto cómo la crisis social agrava su situación, sin que les quede otro recurso para afrontar la carencia de empleo y medios que servirse de la ayuda de la Iglesia, porque para los cristianos no hay urgencia mayor que la caridad
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