La OCDE

Estaba este Gobierno pensando si no se había excedido en su política oculta de recortes austeros viendo a media España protestando en la calle como puta por rastrojo, cuando llegó por aquí el señor José Angel Gurría, secretario general de la susodicha OCDE. A primera vista creímos que traía la caja de los primeros auxilios para un país ya sin respiración asistida, pero en realidad su viaje de presunta buena intención salvadora, lo que ha hecho es liarla parda. El mensajero europeo pide subir el IVA, abaratar el despido por si era poco el que ya teníamos, reformar las pensiones para que los jubilatas no despilfarremos, suprimir deducciones por vivienda y menos mal que un exceso de honradez no ha exigido restablecer de nuevo el derecho de pernada  como una contribución más del trabajador a la felicidad sexual de los ricos. Como consuelo futuro nos dicen que pronto tendremos seis millones de parados y que el panorama no puede ser más negro. Yo he manifestado, en esta semana que se va, la poca esperanza que me inspiran estos organismos europeos, pero es que oyendo a este alto funcionario de la OCDE  me reafirmo en mi convicción.  Todo lo ven desde el dinero. Se habla de educación o de sanidad públicas y ellos dicen: “nosotros creemos que se podía hacer una medicina o una universidad más baratas; además, la gente  pobre  compra demasiadas televisiones de plasma. Con algo más de recortes nuestra economía marcharía mucho mejor”. En ningún momento se plantean si el trabajador sufre o si el gran capital tiene algo que ver en este estructural desorden. Si no tuvieran su vida asegurada, quien dice su vida, dice también su barquito en la playa o su lugar de vacaciones en Finlandia, ya clamarían, ya. Pero tienen ojos y no ven.