El tiempo siempre se detiene en Almería y el calendario dobla sus hojas con la cadencia imperceptible de los cambios que nunca llegan. Los días son semanas, las semanas meses y los meses años. Es una rueda que nos sigue (y nos persigue) desde hace mil años convirtiendo el pasado en futuro, esperando en el ayer el mañana que nunca parece llegar.
Hace unos días publicaba Eduardo D. Vicente en una de sus excelentes “contras” de LA VOZ la historia del antiguo almacén de Mac-Murray, un edificio compuesto por cuatro grandes naves que acogía el esparto en aquella ribera de la rambla en la que a mediados del siglo XIX la ciudad perdía su nombre, un espacio en el que se levantó lo que hoy es el instituto Celia Viñas.
La “ultima” de Eduardo, como todas las suyas, era una crónica sentimental por aquella ciudad de decadencia y arrabal en la que la belleza estaba en quienes la habitaban, la miseria en las paredes que los cobijaban y la basura en las calles en las que jugaban los niños. Pero en medio del realismo nostálgico del que Eduardo es maestro, descansaba un dato que revelaba cómo en Almería el machadiano “hoy es siempre todavía” continúa tan presente.
Cuenta el autor, con la elegancia disimulada del desencanto, que el viejo solar fue cedido el 28 de noviembre de 1908, por parte del Estado, al Ayuntamiento para la instalación de la Escuela Superior de Artes Industriales y que hubo que esperar hasta el 11 de febrero de 1923 para que desde Instrucción Pública se consignara la cantidad de cien mil pesetas “que servirían para el inicio de los primeros pasos hacia las ansiadas obras de construcción”. Quince años tuvieron que pasar para recorrer el camino desde la cesión hasta el comienzo de las obras de derribo del viejo edificio. Hasta la inauguración del centro para el que fueron cedidas muchos más.
No les voy a preguntar si les suena esta música porque sería un interrogante retórico. ¿Cómo no les va a sonar si a la vuelta de cualquier esquina histórica de la provincia nos tropezamos con un proyecto de cadencia similar?
Podríamos abandonarnos a la melancolía y recorrer decenas de proyectos históricos sometidos a eternidades similares a la vivida por el solar de la calle Javier Sanz. Sería fácil pero improductivo. Aquellas ideas (algunas quiméricas; otras viables) quedaron arrumbadas en el baúl de la historia y nadie va a ahora a recuperarlas.
Lo que sí tenemos es un catálogo de aspiraciones pendientes que viven sometidas al mismo ritmo por el que transitó el viejo almacén de los Mac-Murray. ¿Qué diferencia hay entre el tiempo de entonces y el de ahora en el soterramiento, la llegada del AVE, el hospital materno infantil, la variante de Roquetas, la autovía con Málaga, la del Almanzora…?
Qué fácil es la respuesta. Y qué difícil entender que hay comportamientos que no cambian así que pasen mil años.
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