Eugenio Trías

Eugenio Trías

José Ramón Martínez
21:30 • 20 feb. 2013

Ante la desaparición del filósofo, lo primero que me vino a la memoria fueron sus artículos de opinión en El País en la década de los ochenta, entonces, un referente democrático para una sociedad que salía de una dictadura. Años más tarde, cuando dejó este diario para escribir en El Mundo, al mismo tiempo que  pedía el voto para el PP en las elecciones del 93, no sólo nos hizo pensar sino que también nos creó contradicciones en nuestra militancia ideológica, algo muy saludable en un país marcado por los partidismos. 


Todavía se le sigue reprochando su alineación con la derecha en una sociedad muy dada a la demonización del rival y a la búsqueda de enemigos. El caso sobre todo del Partido Popular en Cataluña es para el análisis sobre estrategia política. Sin embargo, años después, daría otra lección de independencia cuando se mostró crítico con el presidente Aznar por el tema de Irak, y volvía a pedir el voto, en esta ocasión, para la oposición socialista. Un pensador libre de iglesias y partidos, como diría Vattimo. Nunca deje de leerlo, primero en El País, después en El Mundo y finalmente en Abc. 


 




El filósofo en su ciudad


 




Eugenio Trias manifestó muchas veces su añoranza de la Barcelona mítica de los setenta, una pequeña isla de libertad en medio del gran páramo hispano, dominado por la dictadura franquista. Los puristas de entonces o fundamentalistas de ahora no lo entendieron. Era la época de Bocaccio, de la gauche divine, del barrio chino, de editoriales como Anagrama, Seix- Barral, Gaya Ciencia, y Salvat, donde se divulgo el pensamiento progresista de aquellos años. El puente aéreo entre Madrid y Barcelona se convertía en una metáfora de unas relaciones fluidas pues todavía no se habían creado aduanas y peajes, debidos a obsesiones relativas a eso que llaman identidad. 


También recuerdo en la Barcelona de principios de los noventa como en una discusión en la calle le llamaban fascista. Era difícil de entender que una persona de su independencia de los poderes y con su sensibilidad democrática pudiera ser tachado con ese calificativo. Algo ya no iba bien en un país donde a los demócratas se les llama fascistas. Lo de conciliar opuestos sin comulgar con posturas radicales no es tarea sencilla. Desde luego que la degradación de las palabras y su manipulación, cuando no la crispación, han sido demasiado frecuentes en la política española. 




 


Un papel difícil 


 


Antirrevolucionario y conciliador. Dada su naturaleza crítica, Trias se convertiría en la bestia negra de cierto progresismo, y demás ismos, posición nada fácil en los comienzos de la transición. Aunque fue un pensador comprometido con su tiempo, primero contra un Régimen como el franquista y después en su determinación por renovar los mensajes culturales y filosóficos de una izquierda anquilosada por dogmatismos, así como por los vicios de la clandestinidad, e incapaz de acercarse a la realidad. 


Otros filósofos de su generación como su compañero Xavier Rubert de Ventos, hoy uno de los más significativos ideólogos del independentismo, se pasó a la política para terminar aplaudiendo a Mas en la Plaza San Jaume, como se ha visto recientemente. Por el contrario, Trias prefirió seguir su camino de filosofo a distancia de la política, como reflejan sus múltiples ensayos. En un país, decía, embrutecido por la irreflexión y el vitalismo, no dejaba de recordar la espontánea inclinación de nuestra humana condición a aquello que la contradice. 


Finalmente, se ha ido un filósofo que representaba la España liberal e ilustrada, la de Laín Entralgo, Aranguren, Marañon, Vives, Ruiz Jiménez y tantos otros que desde ámbitos ideológicos diversos han ido contribuyendo a un discurso cívico, en las antípodas de los fanatismos hispánicos. 



Temas relacionados

para ti

en destaque