Desde Guardias Viejas

Desde Guardias Viejas

Pedro Mena Enciso
22:27 • 04 mar. 2013

Nuestro viaje a través de la historia se detiene hoy en territorio de la antigua Murgi romana, allá donde en el Siglo I-II de nuestra era podemos descubrir un pequeño manantial que conocemos como las aguas termales de Guardias Viejas.


En el enclave de los Baños actúa como guardián un Castillo del Siglo XVIII que fue destruido por los ingleses durante la Guerra de la Independencia para evitar que cayera en manos francesas. Reconstruido al término de la larga y cruenta contienda, esta batería costera de carácter defensivo contiene precisamente una exposición permanente con diversidad de armamento y ropa de la época de Napoleón.


Con la llegada de la democracia, como tantos otros monumentos, es objeto de restauración y finalmente declarado como Bien de Interés Cultural en 1985. Por otra parte, hablar de Murgi (El Ejido) es también hablar del antaño importante Puerto Romano de Guardias Viejas con los restos sumergidos de su dique vertical y desde donde se exportaron a la metrópoli imperial los productos típicos del Mediterráneo (aceite, vino, frutas…) junto a los salazones de pescado y esa sabrosa salsa para el pescado llamada garum. Un recorrido por Balerma, con su Torre fortificada del Siglo XVIII como defensa territorial ante los piratas,  también nos subyuga.




Nos detendremos, en esta ocasión, en las llamadas Termas de Murgi de las que dice la leyenda que sus virtudes curativas fueron descubiertas casualmente por unos pastores del Siglo XVII. Yolanda Fresneda García, basándose en los estudios de Manuel Rodríguez Carrreño, a través de  la Topografía médica y estadística de la Villa de Dalías nos ilumina sobre el origen milagroso de estas aguas:” Los perros que llevaban consigo, curaron misteriosamente de la sarna, al bañarse repetidamente en una charca alimentada por el manantial”.


Estas noticias corrieron de boca en boca y cantidades crecientes de enfermos visitaron de forma continua el pequeño manantial. Fue tal la fama de estas aguas que las autoridades situaron a un médico de forma permanente para tratar y organizar la prescripción de estos baños a los enfermos: “Estos pagaban 10 reales por licencia de bañarse, un real por cada baño las personas pudientes y medio real los que menos podían”.




Los pobres tenían la posibilidad de la gratuidad. Como es lógico, en los meses de estío la afluencia de visitantes era masiva y, hacia finales del Siglo XIX, tuvieron su mayor apogeo estas Termas de Murgi. Como tantas otras cosas, la Guerra Civil aceleró la decadencia del insigne balneario hasta caer en desuso. En 1872, en la carretera de los atajuelos (en el paraje “Venta del olivo”), muy cerca de la via augusta, el ingeniero Saez de Santamaría descubre una placa rectangular de piedra caliza.


El profesor de la Universidad de Almería, Rafael Lázaro, ha estudiado en profundidad toda la cuestión y refiriéndose a la inscripción romana hallada en El Ejido  dice que en ella se hace referencia a los ciudadanos de Murgi, topónimo ya conocido por Plinio y límite entre las provincias Betica y Tarraconense: “El evergeta L. Emilio Daphno fue muy generoso con los habitantes de su ciudad a los que donó unas termas, ofreció un banquete y obsequió con dinero”.




La inscripción traducida del latín , dice así:    “El servir Publio Emilio Dafne obsequió a los ciudadanos de Murgi con estas termas construidas completamente a su costa. El día que las inauguró regalo a cada uno de los ciudadanos y residentes un denario además de un banquete público. Les prometió igualmente que mientras viviese daría a cada uno un denario coincidiendo con el aniversario de la inauguración. Finalmente, también prometió un cantidad de 150 denarios a lo largo de su vida para el mantenimiento de dichas termas”. 


Desde Almería en el Tiempo estamos seguros de que tanto los habitantes de los distintos núcleos del poniente almeriense como los responsables públicos y ¡cómo no! los historiadores con sus aportaciones mantendremos vivo el legado romano de Murgi.



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