Por muy buenos ojos con que se quiera mirar un desahucio, a nivel sociológico y humano resulta una monstruosidad. No hace falta leer mucho a Dikens o a Dostoyevski para darse cuenta que situaciones como las de esta clase terminan en tragedia. Esta semana nuestro Presidente del Gobierno ha perdido su precioso tiempo en convencernos de que la dación en pago es un disparate porque deja maltrecha la vida hipotecaria. Estaba Rajoy en estos sudores alumbratorios del capitalismo del futuro cuando llamaron del tribunal europeo diciendo que no fuéramos tan brutos, que tampoco hay que pasarse. Hasta Gallardón ha levantado las cejas como diciendo: se hará como anuncia la UE. Que los bancos no tienen corazón es algo que todos los días se pone a prueba. Si alguien se queda sin techo y tiene que dormir en la calle bajo una farola no es propiamente un problema del prestamista. El banquero está para prestar dinero y llevarse un tanto por ciento. Cuando dicen que el capitalismo es salvaje no obedece al hecho de haber nacido en la selva y a vivir sin reglas, sino a que le importan un ardite los dramas humanos que deja por el camino. En medio del dolor y las lágrimas el capitalismo grita como Crispin el de los Intereses creados: “Eh, tíos ¿dónde está mi dinero”. Que esto lo diga un profesional bancario todavía tiene pase, pero que venga un presidente del Gobierno cuya política económica se ha distinguido por salvar primero a funcionarios y la clase media baja, pues da cuando menos algo qué pensar. Menos mal que por ahí fuera exigen reformas porque el capitalismo europeo es nuestro primo hermano, pero al menos son comprensivos con la dación en pago y no auguran tantas tragedias hipotecarias como dice nuestro querido Presidente.
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