Una cadena agroalimentaria permeable a la tecnología, que la integre de forma vertical, es clave para la pervivencia de la agroindustria en el primer mundo.
Dato 1: la economía mundial es una ensalada global en la que muchos ponen los ingredientes básicos, en la que se supone que el mercado es el que elige los ingredientes, pero no se sabe muy bien quién es el encargado de aliñarla y removerla.
Dato 2: la globalización ha provocado que el proceso fabril (la producción propiamente dicha) se haya convertido casi en una commodity fácilmente intercambiable. La mayor parte del valor añadido se incorpora actualmente en las fases de diseño del producto o servicio y en la de venta minorista (es el modelo iPhone).
Dato 3: La tecnología se ha convertido en una extensión de nuestras vidas, el homo sapiens ha dejado paso al homo tecnologicus. La tecnología ha sido uno de los motores y medios de la globalización y su presencia se ha generalizado: todo incorpora un componente tecnológico. Compare sus juguetes con los de sus hijos y luego siga mirando lo que hay al alcance de sus ojos (y no le digo nada si esto lo está leyendo en un teléfono o en una tableta).
Dato 4: El medioambiente se ha convertido en una preocupación creciente, y las tendencias aceleradas de cambio climático agudizan esta preocupación. El propio cambio tendrá consecuencias relevantes sobre la producción primaria a nivel mundial con la aparición de ganadores y perdedores.
Dato 5: La confianza es una de las primeras materias primas con las que se trabaja en el mercado alimentario.
Pregunta al primer toque: ¿se pueden mezclar esos 5 datos de forma que la resultante sea la supervivencia de la producción agraria en los países del primer mundo?
Si podemos imaginar una forma en la que la tecnología nos ayude a ajustar nuestros costes de producción (aumentar nuestra competitividad-precio), a gestionar mejor los impactos medioambientales (mayor sostenibilidad), a fortalecer la confianza de los consumidores en nuestros productos (fidelización) y a obtener un feedback desde el lado de los consumidores (con vistas a ser más eficientes en el diseño), entonces la respuesta es un sí rotundo.
Esta conclusión, de ser cierta, implicaría una permeabilidad creciente de la cadena de valor agroalimentaria con respecto a la tecnología, y que ésta se imbricase de forma vertical y no sólo de manera horizontal en la misma. La tecnología se está haciendo ubicua y eso debe ser aprovechado por el sector para inventar una nueva relación con el consumidor y con el resto de los integrantes de la cadena. Dicho de forma más directa: los tomates deben estar no sólo en el lineal o en la tomatera, sino también en la nube?
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