Dicen que debemos ser como el almendro en flor, que cuando lo hiere el hacha, suelta una lluvia de flores. Esta gente bien nacida en el colmo de su bondad suele confundir la crítica social, de la cual tan necesitamos estamos, con la doctrina cristiana del amor al prójimo y el perdón de los pecados. Pero una cosa es la persona y otra la sociedad. Creer que los intereses no chocan como trenes díscolos entre los distintos grupos humanos dentro del permanente conflicto social para hacerse del poder es estar un poco en la luna. De ahí la necesidad de control y la conveniencia de que se cumplan las leyes democráticamente aceptadas. A medida que la podredumbre alcanza hasta las más altas instituciones, nos preguntamos cuándo acabará este cáncer y se detendrá la metástasis. No será fácil la trasparencia si no llegamos hasta el fondo, caiga quien caiga. Mientras no conozcamos los nombres y sus oscuras familias delictivas por muy acreditadas que estén en los aledaños del poder político o de la presión económica, no avanzaremos en claridad. No hay que dejarse amilanar. Bastantes recursos tiene el poder para quitarle hierro a la información que puede comprometerle. Por lo tanto, no esperen que sea el PP el que vaya a tirar de la manta. Preferirá callar, mirar para otro lado, huir de Bárcenas sin ni siquiera nombrarlo, recurrir a la presunción de inocencia como antesala de la táctica dilatoria, y esperarlo todo de los jueces. Muy caro se lo ponen a la opinión para conocer si hubo o no financiación del PP a través de los testimonios que ha publicado estos días la prensa. En cualquier caso el tsunami avanza. Y al pueblo español, que tiene derecho a saberlo, no le gustaría hacer el papel de ingenuo cuando lleva un tiempo pidiendo que se aclaren las cosas.
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