Con la voz de la cobra en el oído

Con la voz de la cobra en el oído

Pedro García Cazorla
17:09 • 28 abr. 2013

El título es un verso robado a Sara Torres, aquí estos días entre nosotros. La poesía de Sara Torres tiene la cualidad de estar en el centro de un fuego preciso, por definirla a la manera de Pepe Criado y gracias a ese atributo, parece que sus palabras alimentan la corriente de un río de lava que brilla en mitad de la noche, como si la esperanza sólo fuera pura destrucción  o liquido fulgor de enamorados. 


Dibujando espirales


Ahora que vivimos con la voz de la cobra en el oído, ahora es el tiempo que las hienas va dibujando espirales, con su trote enloquecido, nos dijo Sara, con la voz aún dulce de las niñas que son hermosas como las piedras.




La celebración de la palabra y la congregación atenta de quienes escuchan la poesía, no ha perdido esa comunión primitiva y esa vocación ritual de las cavernas, donde entre los ecos oscuros, una gota de agua hizo el primer poema siempre igual a sí mismo. ¿Quién sabe si merecemos el presagio de la muerte envenenada creciendo junto a nuestros sentidos? y sí hemos llegado hasta aquí, nada nos impide arribar a otros puertos más apacibles,  para que nos puede servir preguntarnos por los signos de nuestro despavorido destino y después levantar la sábana de nuestra cama no como el que va a dormir o  como aquel que se envuelve en su mortaja.


Nos arrastró la corriente de Sara Torres, lava incandescente tu alma desbordada, ayer entre nosotros, entre los poetas Juan José Ceba, Pepe Criado, Antonio Carbonell, Celia Gómez, Virginia  Fernández, Pilar Quirosa. Entre cantaores: El Potito, Manuel Espinosa, la niña Koraima y los trovadores milenarios de Ahmadi y Ángela. Por ellos y entre todos ellos , fueron rodando los versos como las piedras sin cantos de una orilla seca, piedras que reclaman la luz aún más que el agua . Y   rodaban, pero  también giraban como dice Pepe Criado,  “Yo giro porque nada comprendo/y porque, a donde miro/ todo me invita con voz circular”.




Viajes homéricos


Mientras la tierra danza y todos los seres danzan, no lo dudes Pepe, Juan José Ceba, reposaba de uno  sus viajes homéricos. Ya las naves repliegan las velas blancas, arriban al puerto de Bayana, su únicas mercancías  la palabra y poesía. Ceba proclama que la patria de los infames y de las hienas, es el silencio y que de allí nunca salgan, nuestra tierra, es la tierra de las letras y de la dignidad de las montañas y del sortilegio de la luna. ¡Si podemos! Reivindicar una verdad  y desmontar tantas mentiras injustas, si fuimos capaces de reunirnos en las cavernas para oír el primer verso, todo lo demás resulta posible. 





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