Transparencia 5 Jotas

Los caprichosos juegos del destino han querido que el mismo día que se aprueba la Ley de Transparencia se conozca el contenido de un acuerdo promovido por PSOE e IUCA, y apoyado por el PP, para incrementar los complementos semanales que perciben los parlamentarios andaluces. El acuerdo, aprobado por unanimidad de todos los grupos, fue celebrado el pasado 20 de marzo y modifica el reglamento que regula sueldos y complementos de los parlamentarios aprobado el 13 de febrero de 2013. O sea, no pasan ni cinco semanas, y se suben el sueldo, haciendo que la “transparencia” en Andalucía se asocie a la finura de una loncha de cinco jotas.

Antepongo que no soy quien para estipular el ratio de percepciones básicas y complementos de los integrantes de la Cámara andaluza. Tampoco tercio en la conveniencia o justificación de las cantidades; o si se corresponde con el trabajo y la responsabilidad que desarrollan. Es más, considero que un trabajo que alcanza la magnitud de la administración de una comunidad tan amplia y compleja ha de contemplar una remuneración proporcional a la responsabilidad que engloba, y no sería bueno mezclar si es merecido o inmerecido en función de ideologías, afortunados aciertos o nefastas ocurrencias. 

La democracia permite la libre elección y, una vez elegidos, son nuestros representantes para nuestro consuelo o para nuestra desgracia. Tienen la potestad de dignificar tan alto honor o, por el contrario, desprestigiar las altas instituciones y generalizar el concepto de casta privilegiada de la clase política.

El insoportable tufo demagógico que envuelve la unánime aprobación de los sobresueldos apesta por el procedimiento velado a la opinión pública y, una vez descubierto, obliga a dar marcha atrás. 

Reconozco mi enorme frustración ante la totalidad; insisto, totalidad de parlamentarios andaluces que han reculado de un acuerdo unánime sólo cuando ha sido conocido y afeado por la opinión pública. ¿Qué habría pasado si no hubiese trascendido? Pues que nada habría cambiado. El presidente del Parlamento, Manuel Gracia, percibiría complementos de 600 euros a la semana y un poco menos el resto de parlamentarios. Además, todos tendrían la “conciencia” tranquila desde la connivencia en la unanimidad del acuerdo. ¡Qué mayor legitimidad que el consenso universal! Y por eso, por implicarles a todos, no tienen empacho en recular. Este es un ejercicio paradigmático del corporativismo gregario que torna en virtud el error de la manada.

Normalmente, una decisión aprobada por mayoría y con rechazo de la oposición cuesta Dios y ayuda que se rectifique al primer indicio de desaprobación por la opinión pública; al contrario, se arguyen motivos que justifiquen la decisión y, en todo caso, las críticas se reciben como corifeo sectario, caverna mediática y obsesión de tratamiento “psicológico”. Ya puede haber manifestaciones, protestas, mociones… si se trata de mantener la confrontación, jamás se recula con semejante agilidad. La clave está en que no se puede señalar a nadie en particular. No se puede criticar desde ninguna orilla porque es un mar estigio de corporativismo, y todos van en el mismo barco; el mismo que pretenden hundir, pero salvándose todos los que iban en la lujuriosa travesía: Todos subieron a bordo; marcaron el rumbo con certeza; esperaron tiempo bonancible, pero les alcanzó la tormenta; incapaces de capear el temporal, lanzan botes salvavidas; abandonan el barco… y esperan regreso a tierra como héroes. ¡Y una mierda! Demostraron pilotar con total desprecio hacia la carga que estiban, que no es otra cosa que los intereses de todos los andaluces, los que reciben toneladas de demagogia y quintales de discurso políticamente correcto. Sí, los parados, los excluidos… los parias a los que dicen defender desde un timón que da vergonzosos bandazos, mareando hasta echar la pota por tan angustiosa travesía, escorada siempre a babor. Claro, se escoran a babor porque recibieron viento favorable por estribor; o sea, por la Derecha.