Tu estado de ánimo es tu destino. La frase es de Herodoto y tiene hoy y tendrá mañana la misma vigencia que cuando fue escrita aquel ayer de hace más de dos mil años. Sólo basta con mirar alrededor para comprobar su acierto.
A veces y a pesar de la aparente complejidad de las situaciones sobrevenidas, es aconsejable detenerse a ver pasar la vida y sus circunstancias. Es la mejor manera de impedir que la riada de la confusión acabe anegando de fango pesimista la voluntad de sobrevivir.
En una época de crisis como la que atravesamos conviene recorrer el campo de minas por el que transitamos siendo conscientes del alto coste de los errores pero, a la par, sabiendo que hay que continuar la marcha eliminando el riesgo de acabar convertido en estatua de sal si miramos atrás desde la nostalgia del tiempo perdido.
Y en ese caminar constante- ya lo dice el clásico: si te paras, palmas-, en esa búsqueda de la orilla en medio de la tormenta, los almerienses están siendo un ejemplo revelador de cómo el pasado es un espacio del que partimos pero es el futuro al que queremos llegar. Lo hecho es importante; lo mejor está por llegar.
Así se entiende que el lunes el príncipe de Asturias inaugurara la nueva fábrica de Cosentino; o que hace unos días la Junta hiciese público que los consumidores habían dado la victoria (record de ventas) a las hortalizas almerienses después de aquel mayo de hace dos años en el que la toxicidad de una mentira pudo destruir nuestra fortaleza agrícola; o que empresarios almerienses de obra pública se hayan asociado para llevar su contrastada capacidad a Sudamérica; o que empresas almerienses extiendan sus redes en el mercado estadounidense; o que más de cuatro mil quinientos almerienses aspiren a obtener el certificado de la universidad de Cambrigde para avalar su conocimiento del inglés a la hora de competir por un puesto de trabajo en Europa.
En medio del tsunami de la crisis nadie puede sentirse a salvo. Pero entre esperar sentados a que escampe o buscar fórmulas para guarecerse de la lluvia y seguir adelante, el espíritu emprendedor almeriense ha optado por el único camino posible.
El nivel de paro en la provincia es altísimo porque también lo fue el nivel de empleo en los años en los que dimos trabajo a decenas de miles de inmigrantes llegados a nuestras costas y a nuestra economía.
Lo interesante es que, en medio de la tempestad, el sector agrícola no sólo ha continuado manteniendo su posición central en nuestra estructura económica- 18 por ciento del PIB provincial- sino que, además, está atravesando un importante nivel de crecimiento y un sutil (y todavía insuficiente) movimiento unificador que aumentará su fortaleza y disminuirá sus debilidades frente a la voracidad de las grandes cadenas de comercialización.
La agricultura ha sido- está siendo- nuestro sector refugio y a el debemos mirar si tenemos intenciones de aprender. Porque en medio del mar de plástico y el laberinto de alambre, lo que alumbra la mirada es la capacidad de nuestros agricultores por innovar.
Está escrito en la Torá que no se hizo el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre. Ahí radica una de las razones del éxito de nuestra agricultura: adaptar la producción a la demanda del consumidor; no al revés.
Y esa aspiración irrenunciable de adaptarse a los nuevos tiempos debe trasplantarse a otros sectores. El mármol lo está haciendo (¿qué es el Silestone y ahora el Teknon sino una adaptación de la piedra a la demanda de los nuevos mercados?) y deberá hacerlo la construcción mirando al turismo residencial o el propio sector turístico mejorando las comunicaciones, complementando la oferta de sol y playa y poniendo el valor nuestro altísimo patrimonio medioambiental.
No sé si lo peor ya ha pasado. De lo que sí estoy convencido es que lo mejor está por llegar.
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