Ahora que el rodaje de la película Exodus vuelve a poner de relieve la importancia histórica de Almería como referente del Séptimo Arte, quisiera utilizar el cine del británico Ridley Scott para, rememorando otra de sus películas musicalmente relacionada con nuestra tierra, abordar una reflexión sobre el mundo de la política en la actualidad.
Así pues, a través de Los Impostores nos damos cuenta de la peligrosa situación a la que nos están conduciendo muchos hombres públicos salpicados por la corrupción de tal manera que se oye hablar a los ciudadanos con desapego y escasa confianza e interés por la política hasta el punto de que suena con frecuencia una frase dramática por el significado que encierra: “Todos son iguales”.
Este pensamiento puede provocar cierta desafección hacia una democracia más aparente que real y llena de demagogos que viven con dos objetivos básicos: el dinero y el poder sin más.
En la calle, esa escuela que nuestros representantes pisan demasiado poco y de la que prefieren obviar su existencia, se habla de que lo único que les importa es lo suyo y se tiene la sensación de que, con los millones de euros perdidos por los ERES (¡qué barbaridad con el dinero de los parados!), Luis Bárcenas, Gürtel, Gerardo Díaz Ferrán, Iñaki Urdangarín… o más doméstico, por ejemplo, el caso Poniente o las facturas falsas del Patronato de Turismo de la Diputación o los muchos escándalos municipales y/o relacionados con instituciones públicas, la crisis podía haber sido más llevadera.
El ejemplo brilla por su ausencia y el responsable político se convierte en un referente muy negativo para los ciudadanos y, por eso, el ejemplo de los asesores, puestos de confianza y tantos incompetentes con lujosos despachos sirviéndose del pueblo, puede llevar al mimetismo y como en Los Impostores surgirán cada vez más estafadores que se dediquen a vender artilugios para filtrar el agua y los compradores estén dispuestos a pagar diez veces lo que valen para conseguir falsos premios (coches, joyas, vacaciones en el extranjero) que nunca reciben.
Es urgente una reacción porque el mundo político no puede ser como el de esta película donde los protagonistas se dedican a la delincuencia. Desde esta columna, pedimos la vuelta a la conciencia del compromiso de todos para conseguir el cambio social que necesitamos y para superar la crisis profundizando en que lo más importante son las personas y no el mercado. Acaba de comenzar un nuevo curso político y también escolar: confiemos en que los representantes públicos sean capaces de comportarse como un modelo a seguir para los futuros ciudadanos.
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Pedro Mena Enciso