Un piano y el Prestige

“La sentencia del Prestige parece abrir las heridas y echarles sal y vinagre”

Pedro García Cazorla
23:52 • 16 nov. 2013

El mismo día que la Audiencia Provincial A Coruña, pronunciaba su sentencia sobre el Prestige, en otra Audiencia Provincial, esta vez de Girona, una pianista se libraba en el último momento de la posibilidad de ser condenada a siete años de prisión, pena que le correspondía según el Fiscal por un delito contra el medio ambiente y otro de contaminación acústica, que habrían  alterado gravemente la vida de una vecina, originándole incluso problemas mentales.  


La pianista solo ha sido condenada a 20 meses, que no pasará en prisión puesto que carece de antecedentes penales  y a pagar una indemnización a su vecina de 20.000 euros. Así que la conclusión no puede ser otra: sí el Prestige, hubiera llevado entre su tripulación en vez de marineros filipinos unos cuantos pianistas, tal y como hizo el Titanic, ahora todo estaríamos satisfechos y las responsabilidades cubiertas. 


Sin embargo a veces la realidad es más ordinaria y menos elegante, probablemente el buque que naufragó frente a las costas gallegas, sólo seguía transportando petróleo consciente de su fragilidad y otras pésimas condiciones para la navegación, a la espera de un temporal y el lugar exacto donde el mismo debería ocurrir. En busca de una tragedia calculada, así cruzaba los mares este petrolero, que degradó la costa y exterminó más de 200.000 aves, que empobreció a los mariscadores y esquilmó la fauna marina, sin embargo la viscosidad sucia y pegajosa no sepultó la dignidad de muchas personas que se fueron a las playas a quitar toda aquella mierda aunque fuera con su manos desnudas. 




En la cuadratura contable de esta tragedia, tan previsible como deseable para algunos, que es el caso del hundimiento del Prestige, no hay responsables, solo un golpe de mar o las violentas tempestades de la Costa de la Muerte, pero como Neptuno aún no ha contratado ninguna póliza de seguros y al ser inmortal le cuesta un pico , a nadie cabe reclamar sobre las desgracias que son obra de los caprichosos elementos e hijas del destino o la fatalidad, ¿quién puede ya esclarecer estas sutilezas?


Quizás una sentencia pueda cerrar una historia sin reparar las heridas y ser justa, pero está parece reabrirlas y echarles sal y vinagre.






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