Recuerdo la ilusión en vísperas de Reyes, el gusanillo en el estómago como leitmotiv navideño, a la espera de aquella noche mágica en la que, con los bolsillos llenos de caramelos de la Cabalgata, debía dormir pronto para que sus Majestades no pasaran de largo pero, en el fondo, estaba el deseo de mantenerme en vilo con los ojos entreabiertos y así verles de cerca. Al pronto, los primeros rayos de luz del día invadían la habitación y con sigilo miraba cuánto había sobre mis zapatos junto al árbol; la sensación era espectacular, ¡la cantidad de juegos con los que disfruté tantos años!, aunque tuve que pedir varias veces en mi carta el ansiado barco pirata de Playmovil, no siempre traen todo lo que uno quiere.
Siempre me pregunté cómo llegaban hasta Almería, los lugares recorridos o el tiempo de viaje hasta aquí. Y creo que las niñas y los niños de hoy seguirán preguntándoselo, pues continuamos mal comunicados. Siguen sin terminar la eterna obra de la A7, aunque podremos llorar por un ojo con la Autovía del Almanzora, que por fin se finalizará con fondos europeos conseguidos por la Junta.
El Ministerio de fomento nos sigue echando carbón dos años ya, y tampoco contempla actuaciones en la línea férrea Almería-Madrid, ni licita obra nueva para el AVE en conexión con Granada ni con Murcia, y en la conexión Puerto-Ferrocarril sigue mareando la perdiz.
A los Reyes Magos también les costará llegar por aire. Bajan las inversiones en el aeropuerto y suben los billetes, y esperemos que no se interrumpa la línea aérea Almería-Sevilla por la inoperancia del Ministerio, a pesar de contar con una subvención de 2’5 M€ de la Junta para 2014.
Seguiré manteniendo la esperanza, a ver si no ocurre con las infraestructuras de Almería como con mi barco pirata, que llegó al cabo de muchos años para pasar a ser un artículo de colección.
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