Con lo que está cayendo, quizá no esté fuera de lugar preguntarse por la legitimidad, o al menos por la conveniencia, de que una minoría dirigente se inmiscuya en todos nuestros problemas, incluso en los más íntimos. Recordemos aquel grito del 15-M: “no nos representan”. Parece evidente que en un sistema democrático el partido que gana las elecciones tiene luego el mandado del Rey para formar gobierno, y al partir de aquí todo lo demás. Pero fíjense lo que ocurre con el aborto. Rajoy aprueba el anteproyecto de Gallarón y con ello quiere congraciarse con los sectores más conservadores, o sea, sectores de ultraderecha, Conferencia Episcopal y algún que otro supernumerario del OPUS . No en vano el texto del PP ha recibido el significativo aplauso de Le Pen, Rouco Varela y Federico Trillo. Y contra lo que suele ocurrir en este partido de la derecha, tan amigo por otra parte de la unanimidad, (su tótem es el dedo), se levanta un clamor de disidencia. Villalobos pide libertad de voto, Monago afirma que esta ley no obedece a un compromiso electoral, Feijóo exige mejorar el texto, Cifuentes está por la ley de plazos tal como estaba, y en esta línea muchos más militantes ‘peperos’ que no voy a reproducir. Imaginen que si en la derecha hay algazara, qué estará pasando en los partidos de la oposición y sobre todo entre las mujeres no abscritas a ningún grupo o ideología. Rajoy se da cuenta que es éste un asunto muy caliente. De ahí que aconseje a su Comité ejecutivo que no toque el divorcio y en cambio se dedique a hablar de economía. ¿Pueden las elecciones europeas camuflar, o cuando menos retrasar las grandes cuestiones en que se debate ahora mismo el pueblo? ¿Hasta qué punto interesa más hacer campaña electoral teniendo al pueblo soliviantado por el paro y la corrupción, primero y segundo problema del el país, según el CIS? Aunque otra cosa digan, las minorías dirigentes lo principal que piensan es ganar el poder y luego mantenerlo. Por eso empalman unas elecciones con otras como si estuvieran siempre en la misma campaña de recogida de votos. No hablemos del divorcio, que no es el tiempo todavía. No hablemos de cultura que tiempo habrá. Dejemos para otro rato los problemas del I+D+I. La recuperación será el gran tema propagandístico de estas elecciones, a pesar del 27% de desempleados.
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