Vivimos en algo parecido a una película de ciencia ficción y que ha girado a película de terror. Cada día que pasa parece que hemos entrado en un túnel del tiempo que te lleva a tiempos pasados, oscuros y siniestros. Si hace unos años nos hubieran contado lo que está ocurriendo pensaríamos que el narrador, con una desbordante imaginación, volvía al Medievo. No doy crédito a este presente y ante él actúo y desobedezco.
La reforma de la Ley del Aborto constituye uno de los atentados más graves a los derechos de la mujer, en esta llamada Democracia encontrándonos ante una de las leyes más restrictivas de Europa y que nos sitúa al margen de los Derechos Humanos, ya que es una Ley que nos niega el derecho esencial a decidir en nuestra vida en lo referente a lo ético y legal.
¿Qué tipo de Sociedad estamos construyendo cuando me dictan qué tengo que hacer con mi cuerpo? A las mujeres nos dejarán en manos de informes psiquiátricos que decidirán si podemos ser o no madres: ¿es que nosotras no tenemos la capacidad para decidirlo? ¿Tiene que ser el Estado el que lo dictamine? Este Estado, además, no puede ser más hipócrita y va desmantelando, como si fuera un castillo de arena, el Estado de Bienestar, dejando sin protección a quienes más lo necesitan o incluso sin proteger a las mujeres que decidimos ser madres, como por ejemplo, dando de alta a futuras madres con embarazos de alto riesgo, no dejándonos conciliar la vida familiar y laboral, etc.
El Estado, decidamos lo que decidamos, nos pondrá un marco legislativo lleno de trabas, y su violencia hacia nosotras se hace aún más patente con esta siniestra Ley. No nos vamos a quedar pasivas ante esta agresión y volveremos a hacer historia como en la última convocatoria de mujeres “El Tren de la Libertad”, que bajo el lema “Mis órganos no se legislan” tuvo un gran poder de convocatoria.
Al Estado le va a quedar claro que somos las mujeres las que tenemos el derecho a decidir si queremos ser madres o no, y que si decidimos abortar lo haremos en las mejores condiciones psicológicas, sanitarias y económicas, sin discriminarnos en edad, origen social o estado civil. El Estado debe centrarse en implantar políticas en salud sexual y en salud reproductiva.
Muchas mujeres luchadoras han dejado mucho por el camino para que pudiéramos tener nuestros derechos reproductivos y sexuales. Por ellas y por nuestra dignidad no retrocederemos, aunque tengamos que ir al Registro de la Propiedad a solicitar la pertenencia de nuestros propios cuerpos, porque somos capaces de decidir sobre ellos sin necesidad de ser guidas y tuteladas. Somos directoras, guionistas y protagonistas de nuestra propia película.
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