Mientras que la reacción romántica ante el exceso de belleza acumulada ha interesado a los psiquiatras hasta el punto de acuñar el término “Síndrome de Stendhal”, para explicar así los soponcios que sufrían algunos viajeros especialmente sensibles a la sobredosis de gótico, los profesionales de la salud mental han pasado de puntillas sobre la reacción inversa que produce la contemplación de la miseria más exuberante.
La estética de la penuria con denominación de origen almeriense triunfó entre los intelectuales de hace cincuenta años a la amarga sombra de los campos de Níjar que recorrió a pie y en parrala Juan Goytisolo. Un paseo por el infierno con cara de asquito y vuelta a París para contarlo. Y como el sobrevalorado testimonio fue asumido con amarga resignación por una izquierda más atenta a la generación de estampas que a la actualización del dato, el sambenito de la región devastada sigue vigente, para algunos, medio siglo después. Que en 2014 un reconocido director de cine español diga de Almería que es una de las zonas más pobres de España demuestra bien el nivel de esa industria cultural que tanto gusta a los que se empeñan en ir prescribiéndole al personal qué es lo que tiene que ver, leer, escuchar y comprar. No entraré ahora en el tema de la película premiada porque todos los que conocen los detalles del breve paso de John Lennon por Almería y su peripecia con un profesor de inglés -recuperados ahora con tesón y denuedo por mi amigo Javier Afolfo Iglesias- saben que a pesar de los premios hay más historia que película. Pero eso de seguir viendo Almería como una especie de reserva india en donde los pijiprogres pueden admirar en vivo la nobleza de la pobreza tiene, ya digo, más de estampa costumbrista predeterminada que de interés por actualizar datos. Vivir es fácil con los ojos cerrados.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/55080/campos-de-nijar-for-ever