“Despachaba con él todos los días a las nueve de la mañana”

“Nunca lo vi abatido ante los acontecimientos por muy terribles, que estos fueran”

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22:51 • 23 mar. 2014

Lo conocí cuando era ministro Secretario General del Movimiento, cuando a tantos españoles nos azoraba el futuro, cuando las visiones, las esperanzas y las palabras, de los unos y de los otros, parecían llevarnos, irreversiblemente, a repetir la historia de nuestros enfrentamientos cainitas. Cuando murió Franco unos se alegraron y brindaron con champán, otros se apenaron y está el testimonio de las largas colas para despedir su cadáver, pero otros muchos pensaron: ¡La que se va a armar! Estaba vivo el recuerdo de la guerra civil y de su dos crueles retaguardias.


La paz por encima de todo Adolfo presidente del Gobierno. La audacia. El valor de ponerse en medio. Los gestos fieros de los unos y los otros que ocultaban la conciencia clara de su propia debilidad; todo en medio de una sociedad que quería la paz aunque desconociera el camino para lograrla, aunque ante ella se presentaran cientos de caminos distintos para llegar a ella. 


Como en la vieja estampa del manifiesto de Marx, aparecían enormes fantasmas que parecían amenazar el mundo de los españoles. Adolfo enfrente, sereno, ni con los unos ni con los otros, pero oyendo a todos para buscar la síntesis que nos hiciera libres sin desgarros.




En el camino, huelgas, cargas policiales, secuestros y asesinatos. Claro que las paces se hacen cuando se está en guerra. Hablar con todos para buscar la síntesis que nos hiciera libres sin desgarros. El camino se hace al andar.


Despachaba con él todos los días a las nueve de la mañana. Amable, generoso, sereno. ¿Cómo te has enterado de esto? -me preguntaba-. Yo debía saber, debía medir los riesgos de cada situación y debía contarlo. Nunca lo vi abatido ante los acontecimientos, por muy terribles que estos fueran. Él tenía la conciencia clara de que la paz apetecida se lograría solo siguiendo siempre adelante por el camino por él elegido, el camino de todos aunque entonces para muchos pareciera el camino de ninguno.




Hacer normal en la vida política lo que era normal en la calle. ¿Se oye a la calle o se habla a la calle? En la calle, entre barullo y barullo sonaban las canciones: Al vent, que quería decir la paz; Libertad, libertad, sin ira, libertad, o Habla pueblo habla. La paz de todos, la libertad de todos aunque estuviera mezclada con las lágrimas de todos los recuerdos que nos separaban. La difícil paz sin victoria ni revancha de los unos sobre los otros.


Adios, amigo. Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.





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