La lectura del artículo de nuestra buena amiga Mª Carmen Amate sobre la influencia de Almería en el desarrollo de Barcelona, nos aporta interesantes argumentos para la reflexión: En primer lugar, hemos de tener en cuenta la intensa relación histórica no solo de Almería con la ciudad condal sino también de la inmensa mayoría de territorios de la península lo que desemboca en fuertes vínculos entre los ciudadanos catalanes y los del resto del Estado que ni unos ni otros queremos romper, sino todo lo contrario, es decir, fomentar tan fraterna y fructífera relación.
¿Quién, pues, está interesado en romper fronteras y en destruir la convivencia? Desde luego, la gente corriente ¡no!. Son entonces determinados políticos y responsables institucionales los que, una y otra vez, encienden la mecha de una discordia sin sentido, ya que la inmensa mayoría de los españoles respetamos muy mucho el hecho diferencial catalán.
Personajes y personajillos llevan décadas adoctrinando y creando cierto fundamentalismo en las mentes de los más jóvenes que se está traduciendo en una especie de fobia hacia todo lo español que se fomenta desde la Generalitat de manera absurda porque España no roba a Cataluña, Sr Más, y además todos nos sentimos muy unidos a un territorio que siempre formó parte del Estado y tuvo muchos dirigentes con altura de miras que ayudaron a la gobernabilidad de esta España Federal.
En este sentido, como dice la mencionada historiadora almeriense María del Carmen Amate, la población emigrante, y más concretamente la almeriense, ha jugado un papel importantísimo, sobre todo en el área metropolitana de Barcelona, que llegó a conocerse como “novena provincia andaluza”.
“En 1966, más de 130.000 almerienses habían elegido Barcelona para iniciar una nueva vida”. Amate nos pone como ejemplo la ciudad de Hospitalet, que en 1966 contaba con 200.000 habitantes, de los cuales 30.000 eran almerienses. Es verdad que esta emigración constante en todo el pasado siglo fue fundamental para sobrevivir en los lugares de origen, pero también es cierto que esta mano de obra masiva y de bajo coste jugó un papel decisivo en la industrialización de Barcelona.
Estos flujos migratorios supusieron, en definitiva, una riqueza mutua y contribuyeron a crear esa mentalidad universal que uno respira en cualquier rincón de la bella ciudad catalana.
Así pues, desde Almería pedimos a los responsables públicos coherencia, sentido común y respeto a la amplitud de miras que quieren vivir unos ciudadanos catalanes a los que nadie tiene derecho a usurparles la posibilidad de convivir en paz y libertad.
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