Los barrios almerienses han comenzado a levantar la voz contra el Ayuntamiento de Almería. Detrás de Pescadería, de aquellos vecinos que reclamaban al alcalde trabajo y que cesaran los cortes de agua a las familias sin ingresos que no pueden hacer frente a los recibos, han salido los de Los Ángeles, Costacabana o el Puche.
Necesitan con urgencia que el Consistorio atienda los distintos problemas a los que se enfrentan, entre los que se encuentran malos olores, una deficitaria recogida de basuras, playas en mal estado, ruidos, plagas...
El movimiento vecinal, que había permanecido hasta ahora silente, ha decidido que ha llegado el momento de reclamar aquello que el tiempo y su infinita paciencia no ha arreglado. Pasan los meses, los años y nada cambia en algunas zonas de la capital que siguen abandonadas a su suerte, como si los impuestos que pagan estos vecinos fuesen menos impuestos o no merecieran igual trato que otros barrios en los que el Ayuntamiento sí hace lo posible por lucirse. En ese contexto, resulta curioso que, con el asunto de los mosquitos, el Ayuntamiento de Almería haya estado haciendo lo que es de su competencia en los últimos años y que en este mes de mayo se le haya metido entre ceja y ceja que esto ya no es cosa suya.
Supongo que en este disturbio reflexivo no tiene nada que ver que estamos en plena campaña de las elecciones europeas para que dos concejales logren ‘meterse’ detrás de una pancarta en la que, mire usted por dónde, se critica que la Junta no haga lo que nunca ha hecho por estar fuera de sus competencias.
Lo del PP en la capital comienza a rozar ya lo patético. Con todos los servicios privatizados, con empresarios gestionando hasta la última ocurrencia que se le pase por la cabeza a un concejal, los responsables municipales han decidido pasar a la oposición, a un lugar secundario en el que su mala gestión les perturbe lo menos posible.
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