Me refiero, como el lector habrá podido adivinar, a Doña Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía desde septiembre del año pasado, aunque, eso sí, sin pasar por las urnas, como sucedió con el anterior presidente Sr. Griñán.
Las elecciones europeas del pasado domingo han producido un auténtico terremoto, tanto para la sociedad europea en su conjunto, como para la española o la andaluza y, por supuesto, de un modo especial en las cúpulas de los grandes partidos, unido a la importante irrupción de partidos contra sistema, pero que han sido votados democráticamente.
La reacción ante los resultados producidos ha sido diversa. Para el Partido Popular, ganador justito de estas elecciones, ha ocasionado una importante preocupación ante el futuro inmediato que constituyen los próximos comicios municipales y autonómicos del 2015, por la más que evidente desafección de gran parte de su electorado que, menos mal para ellos, han elegido la abstención en lugar de depositar su voto en otra formación política.
En el Partido Socialista, perdedor con los peores resultados de la historia democrática, el efecto inmediato ha sido la renuncia del Sr. Pérez Rubalcaba a la Secretaría General y la convocatoria de un Congreso Extraordinario en el mes de julio. Renuncia tardía cuando debió hacerlo tras las elecciones generales de 2011. La debacle socialista, sin embargo, ha sido menor en Andalucía, donde no solamente ha ganado en 7 de las 8 provincias (en todas menos en Almería), sino que lo ha hecho con un margen superior al 9% sobre el Partido Popular, convirtiendo a la Andalucía socialista en el auténtico granero del PSOE nacional, puesto que aquí ha obtenido 1 de cada 4 votos.
Y ahora viene el porqué de las tentaciones de Doña Susana. Independientemente de la sorpresa del resultado andaluz, con la que tenemos encima en nuestra Comunidad, de desempleo y corruptelas varias, la realidad es la que es (con la crítica obligada al Partido Popular andaluz y su gestión en esta campaña, francamente mejorable), y no es otra que el aparente poder que en este momento ha alcanzado la presidenta. Desde este poder, y aún cuando ella no haya sido candidata en estas elecciones, ni en ninguna otra, podría tener la tentación de aspirar al puesto dejado por el Sr. Pérez Rubalcaba, antesala posible de una candidatura a las elecciones generales a finales de 2015 o principios de 2016. En sus entornos estarán revoloteando todas las opciones, desde los aduladores de turno o de aquellos que simplemente aspiran a mejorar su status, desde el interés personal y sin pensar en programas de gobierno que mejoren la situación de una comunidad tan castigada, o bien desde la ambición de la propia Doña Susana.
La otra posibilidad de compatibilizar varios puestos parece aún más disparatada. Personalmente, nunca he creído en las bicefalias en puestos de relevancia (hay incluso ejemplos de tricefalia), que puede que sean estupendos para algunos, pero son nocivos para el interés general. La dedicación a la política en Andalucía debe ser total, especialmente en tiempos tan turbulentos como los actuales.
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