En medio de la crisis económica con millones de personas sufriendo una difícil situación, se han producido unas elecciones que reflejan un cambio radical en la situación política en España debido a la disminución del voto al bipartidismo y a la aparición de un nuevo voto de esperanza procedente de una generación que nació con una democracia consolidada y que hoy se siente maltratada por una oligarquía de partidos. La perdida de “calidad “ de la mayoría de nuestros actuales representantes políticos se acentúa cada día mas cuando el pueblo, castigado por sus decisiones, ha adquirido una capacidad crítica, esencial para revitalizar la vida democrática. El diagnóstico está definido, esta democracia balbucea, desde las mas altas instancias hasta las pequeñas instituciones.
El primero en dar el paso para que todo cambie y no les afecte, ha sido la monarquía acorralada por la corrupción de la familia. La abdicación y posterior aforamiento, todo realizado de prisa y corriendo para evitar la entrada en los juzgados de causas contra el ciudadano Juan Carlos, es una muestra de cómo se pretende esconder una conciencia nada limpia. Con un monarca joven se intenta ganar tiempo a la espera de que amaine el temporal social que hace mirar hacia un republicanismo mas democrático. Los partidos que deben ser el sostén de la representación popular, se perciben como un problema antes de ser cauce en las instituciones. Todos menos el PP se sienten afectados. Este partido no se inmuta, a pesar de los casos de corrupción que les embarga por todos los lugares, desde la casa que un promotor arregla gratis a un alcalde a las tramas empresariales que demuestran su financiación ilegal. No se dan por aludidos y lo peor es que esta hipocresía les favorece, pues en la debacle siguen siendo los mas votados. Como siempre ocurre en los momentos de crisis política, las mayores convulsiones aparecen en la izquierda. Sirva recordar el ejemplo más cercano como fue el inicio de la transición política. Mientras el PCE adoptaba la estrategia de la reconciliación nacional en defensa de una salida democrática, múltiples movimientos aparentemente situados a su izquierda levantaban su voz radical y acusadora. Las consecuencias llevaron al desastre electoral a los comunistas y la afiliación en masa de esos radicales, que le atacaban por tibio, a las filas del PSOE. Aquellos revolucionarios son hoy o han sido, rectores de universidad, presidentes de instituciones o secretarios de estado. Parece qué no se aprende. Además se le añade la eterna lucha cainita entre sus dirigentes, aderezada hoy con el prurito mediático y los cotilleos en las redes sociales. Eso no se arregla votando los simpatizantes, sino aplicando la inteligencia y la madurez que la verdadera izquierda tiene.
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