Desde los primeros años de la década de los 70 en los que residí algunos años en la ciudad de Tarragona dejando muy buenos amigos que aún conservo, he venido observando cómo se iba configurando ese fenómeno soberanista; fuerza centrífuga del catalanismo nacionalista que que se ha venido manifestando desde aquella guerra de sucesión , que no de secesión, de hace 300 años, y que ha ido asomando cada vez que el gobierno de España era débil (Emilio Contreras- ¿"España, un éxito efímero? -Editorial Ensayo . 2014)
Suele defenderse como garante de cohesión social, pero la catalana siempre ha sido una sociedad cohesionada aún teniendo dos lenguas y personas de diferentes orígenes geográficos. Hasta hace bien poco la mayoría se sentía catalán/a y español/a.
Esta flexibilidad identitaria era un símbolo de pluralidad y cohesión pero no llevaba a la construcción nacional deseada por una minoría y por eso había que extender el sentimiento de querer ser sólo catalán. Uno de los lugares claves ha sido la escuela.
La inmersión ha sido y es necesaria para que varias generaciones, sin casi darse cuenta, interioricen una identidad única aunque eso les limite y les haga perder parte de su bagaje. Convirtiendo en “solo catalanes” a niños y jóvenes se ha conseguido que muchos padres sigan a sus hijos en esa reubicación por evitar un conflicto familiar.
Entre la inmersión, la política victimista y la torpeza de gobiernos de aquí y allá, algo ha basculado peligrosamente.
Si antes la mayoría de ciudadanos se sentían a la vez catalanes y españoles sin conflicto identitario y la convivencia era plural e integradora, ahora ha crecido el número de quienes se sienten sólo catalanes y rechazan cualquier vínculo con España.
Curiosamente hay más conflicto y menos cohesión, pero va bien al objetivo independentista.
No se podía aspirar a una posible escisión de Catalunya del resto de España sin antes conseguir que un número significativo de personas interiorizara un conflicto de identidades, por eso la lucha por la lengua única en la escuela se ha vuelto tan feroz, es sólo uno de los elementos pero es muy importante.
Los padres que piden una educación con presencia razonable de ambas lenguas cooficiales son tratados como verdaderos enemigos del sistema, y lo son, desde esa perspectiva.
Si una mayoría social exigiera una escuela bilingüe más justa y acorde con la sociedad catalana, los defensores del independentismo radical tendrían un grave problema, y lo saben.
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