Y usted, ¿no quiere inscribirse?

Andan los resposanbles de la Assemblea Nacional de Catalunya y los de Omnium Cultural tratando de lograr 100.000 inscripciones para participar en la Diada que quieren más reivindi

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23:16 • 16 ago. 2014

Si tuviese que destacar un acontecimiento en esta semana, llena de ellos, que concluye, lo haría desde la óptica personal de la movilización ciudadana. Andan los responsables de la Assemblea Nacional de Catalunya y los de Omnium Cultural tratando de lograr, como sea, cien mil inscripciones para participar en la Diada que quieren más reivindicativa, dentro de tres semanas.


Tienen menos de la mitad de los inscritos que necesitan para formar una gigantesca ‘V’ humana en el centro de Barcelona, con camisetas rojas unos, amarillas otros, que formen una inmensa cuatribarrada en la ciudad española a mi juicio más emblemática. Parece que el entusiasmo por participar no está siendo exactamente el mismo que en los dos años precedentes, y me parece lógico, si tenemos en cuenta las ‘hazañas’ de la familia Pujol, unas hazañas que, lógicamente, les van a impedir formar parte de la ‘V’ de la ‘Victoria’. 


O si contemplamos la confusión con la que el ciudadano de a pie debe estar recibiendo en Cataluña el marasmo confusionista que le llega desde la Generalitat.




El presidente y la vicepresidenta del poder oficial, político, en Cataluña no dicen exactamente lo mismo, aunque insistan en que sí lo hacen. Lo que se percibe es que, tanto el uno como la otra, si pudiesen hacerlo dignamente se saltarían a la torera -perdón por la expresión, que sin duda es poco grata al señor Mas y a la señora Ortega- la pringosa consulta del 9 de noviembre. 


 




Difícil tarea Pero no pueden hacerlo, a menos que, desde Madrid, se les den bazas para explicar a los electores que, a cambio de la no-consulta se han obtenido numerosos beneficios, mientras que el referéndum puede quedar para mejor y más propicia ocasión. Difícil tarea para quien encarna el Gobierno central, que anda por su Galicia, parco en palabras como siempre.


Porque, para colmo, ¿qué pasará si, por ejemplo, dentro de poco más de una semana la canciller Merkel, desde Santiago de Compostela -capital, no lo olvidemos, de otra ‘nacionalidad histórica’-, lanza otro de sus cohetes contra el independentismo catalán? 




¿Qué ocurrirá si, por ejemplo, el primer ministro francés, Manuel Valls, hace lo mismo, y no sería la primera vez que se pronuncia contra los proyectos oficiales para ‘su’ Cataluña? 


Reconozco no ser un especialista en sociología catalana, pero mis incursiones en casas de amigos en tres de las principales ciudades catalanas, mis conversaciones con políticos moderados, incluyendo de CiU, me han convencido de que los primeros entusiasmos han pasado, y ahora le llega el turno a la dura realidad. 


No, la independencia no va a arreglar gran cosa, empieza a comprenderse, y, encima, la sensación creciente es la de que el referéndum escocés, una semana después de la Diada, va a suponer un serio varapalo para las aspiraciones independentistas de Salmond. Cuando las barbas de tu vecino escocés veas pelar... No está el panorama europeo, ni económica, ni política, ni estratégicamente, para aventuras independentistas que nadie sabe cómo van a salir.


Otra cosa es el agujero que esta aventura, condenada al fracaso, va a producir en el cuerpo social catalán y en el del resto de España. 


 


Posturas De momento, se percibe que la jaula de grillos catalana está haciendo que, en el resto de España, se refuercen las posiciones en torno a lo que el círculo de Mariano Rajoy llama ‘la firmeza’ del presidente, que yo, más bien, creo inacción. Pero es cierto que una ‘coalición virtual’ -al menos, virtual- entre el Partido Popular de Rajoy y el Partido Socialista de Pedro Sánchez -y que Miquel Iceta, en el PSC, haga lo que pueda- en esta cuestión, concitaría ahora, frente a la ‘amenaza catalana’, el respaldo de más del ochenta por ciento de la España ‘no catalana’. 


Y no sé si eso sería bueno, como no sé si es bueno, para ellos, el silencio en torno a este tema de Pablo Iglesias o de Cayo Lara. ¿Es que la izquierda de la izquierda, como si fuese esa parte de la intelectualidad catalana empeñada en mirar hacia otro sitio, no tiene nada que decir? ¿O teme decir lo que tendría que decir? 


No es hora de esconderse. Faltan tres semanas y los animadores de la ‘Diada’ necesitan endosar sus camisetas rojas y amarillas a cien mil personas más. 


Será todo un test de esa (des)movilización de la ciudadanía catalana, tan pasiva, parece, como la del resto de España. 


Y, en estas condiciones, ¿verdaderamente se puede, como quieren a toda costa los de Esquerra -es su papel-, forzar una secesión? 


Menudo dislate, Dios mío.



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