Fue la madrugada del viernes, desde la calle llega un estruendo y a continuación el rumor del agua que corre por la acera, camino hasta el balcón que permanece abierto para aliviarnos del calor asfixiante. Alguna tubería ha debido de reventar y desde el contador del agua de la casa de mi vecino, brota un caño que podría llenar una piscina olímpica en poco más de una hora.
Llamó al 092, cuento lo sucedido a un policía local, está interesado en saber si la avería es fuera o dentro de la casa, yo le confirmó que es fuera, dice que llamará inmediatamente a una brigada de Aqualia. La fuga ha cambiado de dirección, ahora el agua es un surtidor de una fuente improvisada que ha nacido en medio de la noche, parece que un manantial antiguo que viniera del centro de la tierra hubiera resucitado, igual que los volcanes dormidos durante miles de años.
Un joven que lleva camiseta negra y bermudas del mismo color, intenta cortar la llave de paso, no lo consigue pero logra cerrar la tapa del contador y ahora el agua brota como un difusor de los que se utilizaban para regar el césped. Le pido que haga una llamada al 092 y vuelve a contar, otra vez la misma historia que hace unos treinta minutos yo le conté, así que supongo que es otro policía y que no está al corriente de lo que sucede. El chico desaparece calle abajo mientras sigue hablando por su móvil.
Cuando todavía no han pasado unos diez minutos, se detiene un coche justo a la altura del manantial urbano y nocturno, un prodigio que derrocha una frescura limpia y endulza el aire que se ha vuelto amable y se deja respirar. El joven que también viste de negro da tres pasos, abre el contador y logra de forma rápida y certera cortar aquel rio vivaz y caudaloso. Sube al coche empapado y la mujer que ha quedado al volante lo besa, su pequeña y habilidosa hazaña lo merece.
Algún tiempo después llega la brigada ¿ es tarde o acudieron con la toda la urgencia que pudieron? Lo que tiene interés es el gesto responsable de aquellos dos hombres, creo que está naciendo un nueva conciencia, que se esparce tan veloz, que para algunos ya es demasiado tarde, otros quieren echarle el lazo y domarla pero se le escurre siempre, solo algunos ya vuelan junto a ese caballo libre y desbocado que recorre España.
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