En septiembre se abre la puerta grande de la incertidumbre política. Los últimos estudios demoscópicos apuntan cambios significativos en la orientación del voto de los ciudadanos. Cambios traídos por la crisis económica y sus devastadoras consecuencias: el paro irreductible; el empobrecimiento de las clases medias; la asfixiante fiscalidad y el descrédito que los casos de corrupción arrojan sobre la clase política. Incertidumbre, también, en razón de lo que pueda pasar en Cataluña vista la agenda secesionista de una parte de los diputados catalanes, y, de cómo actúe el Gobierno que presidie Mariano Rajoy para hacer respetar la ley.
Las encuestas de intención de voto mantienen todavía al PP en cabeza de las expectativas de respaldo pero le dejan en porcentajes entorno al 30%. Lo que quiere decir qué, si la tendencia no cambia, dentro de un año, cuando se celebren elecciones legislativas, por sí sólo, no podría continuar en el poder. En el pasado reciente y en circunstancias análogas de pérdida de la mayoría tanto con gobiernos socialistas (Felipe González) como con ejecutivos populares (José María Aznar), el partido más votado encontró una muleta en Convergencia y Unió. Pero el tiempo en el que la coalición catalanista, con Jordi Pujol al frente, actuaba de bisagra, es Historia. La deriva secesionista impulsada por Artur Mas y la desaparición del primer plano del componedor Durán Lleida hace impensable la repetición de aquellos pactos que, todo hay que decirlo, dotaron de estabilidad a los gobiernos de España en momentos muy difíciles. Eran otros tiempos. El desafío que supone la convocatoria ilegal de un referéndum, ciega toda posibilidad de acuerdo. Si en cumplimiento del imperativo constitucional, el Gobierno, como tiene anunciado, impugna la convocatoria y obliga al presidente de la "Generalitat" a renunciar a la consulta, CiU se hundirá en beneficio de sus aliados de ERC y perderá la posición privilegiada que durante treinta años, sin sentarse en el Consejo de Ministros, les ha permitido "decidir en Madrid". La expresión es de Jordi Pujol. El Pujol de sus tiempos de "estadista", no el paria político en el que ha devenido tras su incalificable conducta fiscal y las denuncias por enriquecimiento ilícito que penden sobre su prole. El PP ya no puede contar con el socio que antaño apoyó a Aznar porque, a fin de cuentas, también eran de centro derecha. Ahora, en el solar del centro derecha español, el PP se ha quedado solo. De ahí, las prisas para modificar la Ley Electoral para que sean alcaldes los candidatos de la lista más votada. Conservar el poder municipal sería tanto como el disponer de una resorte importante para disminuir los efectos del temporal que avizoran las encuestas .Ya digo, incertidumbre es la palabra.
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