Cuando una embarcación penetraba desde el Mar de Alborán en la bahía de Almería durante la Edad Media, podían divisar, como hoy, la grandeza de la Alcazaba; pero nada sabían de la dificultad que entrañaba acceder a ella. Una encrucijada urbanística frenaba al enemigo en su llegada a la fortaleza a través de la Almedina y, una vez a los pies de la misma, continuaban de nuevo las dificultades, comenzando con la pendiente en el acceso.
Hoy, sin embargo, se ha dado un nuevo paso para acercar la más bella vigía de la capital a un mayor número de personas, y es que, por fin se ha logrado hacer más accesible a las personas con movilidad reducida, quienes podrán acceder desde el tercer recinto, el construido por los Reyes Católicos. Tras responder a esta demanda histórica, se hace ahora más inexcusable realizar una programación cultural más amplia en este Bien de Interés Cultural; quizás se podrían plantear, por ejemplo, la vuelta del Festival de Flamenco a este inmejorable espacio – y si retomara la solera de antaño, mejor – . En esta ocasión, como en otras muchas, la labor de la sociedad civil bien organizada, la movilización de la ciudadanía, la reivindicación constante de Asociaciones como VerdiBlanca, que ha asesorado para que esta actuación resultara eficaz, llevan a que las administraciones públicas pongan en marcha aquello que necesitamos las personas. Porque sólo sintiéndonos parte inclusiva de nuestra sociedad, aportando ideas y necesidades, y pidiendo rendición de cuentas a quienes tienen la responsabilidad de gestionar lo de todos, podremos volver a construir una sociedad mejor. Aunque en muchas ocasiones creo que los almerienses tenemos el sino vinculado a nuestro monumento emblemático, descrito por el geógrafo e historiador Al-Udri como “En el punto más elevado de la ciudad se yergue su Alcazaba, que está sobre un monte aislado y aparece cercada por una sólida muralla”, al menos ya hemos dado un gran paso de apertura.
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