He tenido que acudir a la red para entender el mensaje que nos mandaba el señor alcalde de la capital. En declaraciones a la Cadena SER, el señor Comendador manifestaba que pudiera ser la última vez que se presentaba al sillón de la alcaldía. Razonando que las escaleras se suben peldaño a peldaño no a trancos. Entiendo la metáfora como que irá decidiendo día a día, según le vaya, si es la última vez que se presenta. Lo que no entiendo es lo de los trancos. Guardo entre mis recuerdos infantiles que tranco es el peldaño que había en las puertas de las casas en la Almedina, y concretamente yo conocía el de mi casa en la Plaza Galeno. Mi madre nos gritaba, ¿dónde estáis? Sentados en el tranco, le contestábamos. Evidente que las escaleras no se suben a trancos, se suben peldaño a peldaño, el tranco no deja de ser un escalón o peldaño, ubicado en el umbral o entrada de la casa. El diccionario también nos dice que tranco se puede traducir como paso o salto largo. Es posible que el señor alcalde se haya acogido a la segunda acepción para no subir la escalera de su carrera política a salto largo. Luis Rogelio es muy libre de querer y su partido de presentarlo. Y cuando llegue el mes de mayo los almerienses serán libres de votarle o no. Lo que no creo de lógica es que se permita que alguien se eternice en un cargo político, y si son dos peor aún, como es el caso que nos ocupa. No entiendo que puede ofrecer Luis a los almerienses que no haya hecho en todos los años que lleva siendo alcalde. Si se tomara en serio su trabajo como alcalde no se sentaría en el escaño del Senado ciento de días al año. Si tuviera ilusión ante su trabajo por la ciudad de Almería y sus ciudadanos no se sentaría en Madrid durante tres días a la semana, olvidando mientras tanto lo que por aquí ocurre. Mientras la Ley se lo permita o no cambie la moral en la viven sumergidos los políticos, seguirán haciéndose eternos en los cargos y duplicados. Nosotros no debemos olvidar que están ahí por nuestros votos, por lo que no vale quejarnos. Si no somos capaces de que cambien las leyes, si no somos capaces de que cambien de moral y ética debemos empezar a pensar a quien le estamos dando nuestro voto, en quien estamos depositando nuestra confianza para que nos gobierne. Después no nos quejemos.
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