El ex presidente Felipe González no lo ocultaba en conversaciones privadas ya hace dos años: "La crisis económica es muy grave pero la institucional es aún peor". Y en su enumeración de puntos frágiles advertía sobre Cataluña y sobre la tentación jacobina del PP. Pero no se callaba su opinión sobre el estado de la Casa Real. A aquella altura ya se veía bajar, amenazante, la bola de nieve de Urdangarín - de nieve por no decir de otra cosa- y era comentado el desgaste del Rey don Juan Carlos, con sus enfermedades, cacerías varias y sus frecuentes desapariciones de Zarzuela.
Hace seis meses estábamos aún peor que ahora, con los políticos y las instituciones, junto a los banqueros, a la cabeza de cualquier clasificación sobre el desprestigio. Y con la Infanta Cristina al borde del banquillo, al menos por delito fiscal.
Entonces don Juan Carlos, por sorpresa, abdicó, el Príncipe Felipe fue proclamado rey, y a pesar de la velocidad con la que se hizo el cambio, en España se intensificó el debate sobre si Monarquía o República, con algunas manifestaciones en diversas ciudades. Parece que ha pasado medio siglo, y no medio año, de aquel caliente mes de junio. Hoy ya no se habla de eso -aunque volverá- ni preocupa tanto. Felipe VI se puso a los mandos de la nave, calculó sus viajes nacionales- Girona, Santiago de Compostela, el entierro de un militar amigo en Murcia y poco más- sus viajes internacionales -Portugal, Marruecos, Francia, el Vaticano, América- e intensificó lo que venía haciendo desde hacía años pero con menos repercusión: escuchar. Escuchar a ciudadanos de toda edad y condición. Y se puso a trabajar como si pusiera en práctica la cita de Cervantes en su discurso de junio ante las Cortes :"No es un hombre más que otro, sino hace más que otro".
Admitamos que la familia, con la ayuda de algún juez, no se lo ha puesto fácil: tres dias antes de su esperado primer mensaje de Navidad, la todavía Infanta Cristina -y lo será mientras quiera porque nadie puede arrebatarle esa condición- recibía la noticia de que se sentaría en el banquillo. Y vendrán días difíciles porque su marido, Iñaki Urdangarín, difícilmente evitará entrar en prisión. El año 2014 termina mejor de como empezó en la superación de la crisis que sigue azotando la economía, con algunos progresos, débiles pero innegables, y con una crisis institucional que sigue abierta pero que, al menos, en el frente de la Casa Real, ha sido contenida.
No obstante, a Felipe VI se le piden más cosas. A don Felipe se le pide que reúna a los principales partidos y que inste a un entendimiento en cuestiones de Estado, como la salida de la crisis o la educación. La incógnita es si en el 2015 don Felipe proseguirá en el ejercicio de ese liderazgo para la contención de la crisis institucional. Falta nos hace.
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