Cuentan de Felipe II que un día le visitó una comisión de expertos para informarle que los ríos españoles eran peligrosos e inútiles y que había que ponerles remedio cuanto antes. El Rey en vez de consultar con los técnicos se fue a pedir consejo a un grupo de teólogos. Tras muchas deliberaciones sin perder de vista la Biblia, los teólogos llegaron a la siguiente conclusión: “No podemos tocar los ríos porque e so sería como enmendarle la plana a Dios”. No sé si esto es verdad o mentira, pero en cualquier caso parece el primer brote del conservadurismo a lo bestia. Claro que en aquel tiempo todavía no se hablaba del cambio climático ni de los gases de efecto invernadero. Por fortuna tenemos un Papa a quien le preocupa la ecología como ciencia moderna que trata de las relaciones entre los seres vivientes y el medio donde viven. La prensa mundial ha dado la noticia de que quizá en este mismo mes de enero aparezca una nueva encíclica del Papa dedicada a la ecología. Curiosamente cuando empieza a perder interés la filosofia, aumenta la dedicación a los temas de conservación de la naturaleza o custodia de la Creación. Y no es para menos. Los entendidos hablan del deterioro que está sufriendo el planeta debido a la contaminación. Hay quien piensa que estamos ya en un punto irreversible. El cambio climático y desprecio al medio ambiente producen a su vez más pobreza, más conflictos sociales y más muertes. Yo asistí hace años al despertar del ecologismo en Almería. Era un movimiento que tenía sus oponentes tanto por la derecha como por la izquierda. A los primeros les parecía que eso era un entretenimiento dominguero de niños pijo. Los segundos eran de la opinión de que urgía más la revolución que la lagartija amarilla. Si quieren ver esta aberración en piedra viva ahí tienen ustedes el Algarrobico. El ecologista tiene una fisionomía especial. Lleva gafas a los John Lennon y bolsa en bandolera. En general son clase media donde no falta el profesor de instituto. Aman el campo y practican el senderismo. El Papa Francisco al iniciar su pontificado con tal nombre empalma con el de Asís que llamó hermano al sol, al agua y a los lobos hambrientos.
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