Los trabajadores de la Escuela del Mármol de Fines llevan ya casi un año sin cobrar. Catorce pagas adeudadas por la Junta de Andalucía que preside esa señora que no sólo lleva a Almería en su corazón, sino que además no tiene más norte, horizonte, motor y guía que el bienestar de todos los andaluces y andaluzas, como ella misma insiste en decir. Pero a doña Susana Díaz el problema de las familias de esos trabajadores (y trabajadoras) que no cobran se le da una higa, porque sabe que tiene margen de maniobra para ir dándole largas al asunto. ¿No creen ustedes que esto sería ya un escándalo nacional si esa escuela fuera responsabilidad directa del gobierno central o de un ayuntamiento gobernado por el PP? Si eso fuera así, tendríamos a diario conexiones en directo, puntuales y sin racimos de errores, por televisiones que ahora parecen más preocupadas por las reivindicaciones de algún millonario malagueño que tributa en California. Los sindicatos que cada dos por tres están con la pancarta a cuestas no parecen tampoco demasiado interesados en el tema. Los concejales socialistas que juegan al corro de la patata para protestar contra el cierre de una taberna están más callados que un bloque de Travertino. No interesa tampoco a los responsables del pujante sector del mármol almeriense, que lejos de afearle a doña Susana Díaz las desatenciones que tiene la Junta con el tejido empresarial de la zona, convirtieron la última edición de la entrega de sus premios en grupo escultórico de adoración y peana. Y mientras tanto, tenemos que ver a doña Susana, de atril en atril, contándonos lo mucho le preocupan a ella los temas cercanos, los de la gente, la realidad cotidiana de los andaluces y las andaluzas, su futuro y su futura. Pues a ver si en los supermercados de Fines el cariño de la presidenta es moneda de cambio para poder hacer la compra diaria.
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