No habla. Sólo conocemos sus silencios. Pero si pudiera, ¿qué estaría diciendo Andalucía de aquellos que se ponen la verdiblanca por montera, la insultan con su corrupción, la engañan con sus mentiras y la ningunean con sus promesas sin cumplir año tras año? ¿Cómo es la voz de Andalucía? ¿A qué suena? ¿Es tan alegre como dicen algunos o llora como en estos días lo hacen nuestras sierras tras las esperadas lluvias? ¿Qué le gustaría decirles a estos que se creen y presumen de ser los únicos, los sin par andaluces? ¿Qué decirles a los que sin liarse en la bandera lo están pasando mal, mal de verdad, a los que siguen esperando un contrato de trabajo en la plaza como hace siglos? ¿Qué les diría Andalucía a los que asan vacas con el dinero de muchos andaluces, a esos políticos que predican el amor a su tierra y a su gente y al final se comprueba que se gastan los sudores de la gente en gambas, langostinos y otras viandas; en viajes y visitas a los pub más vistosos y caros de la comunidad?
Cuesta trabajo, en tal día como hoy, escribir algo satisfactorio sobre los que pisan, más bien pisotean, sobre la piel de una tierra generosa, rica, cálida y a la que algunos hombres, sin olvidar a alguna mujer, han convertido en la última de la llamada península Ibérica. Es increíble, pero cierto. Pensar que la tierra más fértil del sur de Europa, la tierra que unía las culturas, la de mejor temperatura de la península tiene los parámetros más bajos en cualquier sector que se estudie es algo que no se entiende. O sí se entiende. Se entiende por las personas que han estado al frente, tomando decisiones por ella y para ella en los últimos cien años. Y para qué hablar de los últimos 30, cuando la esperanza se abría camino para unos cuantos millones de andaluces, y al final se ha quedado en la ilusión y riqueza presente de políticos, familias y amigos. Sin olvidar a los primos de sindicatos y patronal que han sabido aprovechar la buena cosecha que esta tierra pródiga les ha proporcionado.
Si algo hay que decir en este día es que esta tierra no se merece a una clase dirigente como la que tiene. Unos hombres y mujeres que avergüenzan su memoria y a esos andaluces de talento que ayer la hicieron grande con sus historias. ¿Volverán alguna vez aquellos hombres?
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