Poco antes de ganar las elecciones generales, el entonces candidato a la presidencia del Gobierno, Mariano Rajoy, anunció que haría una política económica ‘como Dios manda’. La frase, acuñada en los tiempos en los que el ahora presidente fue glorificado, resume el espíritu de este hombre que pretende que el verbo se haga carne a su paso.
Sin embargo, viendo por dónde ha estado metiendo la tijera me da que muchos dudarán, como San Pedro, de que en su gestión haya tenido que ver alguna divinidad. Sus feligreses, que otrora le ponían velas, llevan tiempo encendiéndolas en otras parroquias.
Pero Rajoy es tozudo e insiste en esa idea. Ayer mismo, en Almería, volvió a tirar del que habita en el reino de los cielos para proclamar que Andalucía necesita un presidente de la Junta "como Dios manda". Desconozco si Juanma Moreno se dio por aludido y, si así fue, si levitó ante semejante deseo de su jefe de filas.
En cualquier caso, si lo que el presidente del Gobierno pretende es que los almerienses desfilen en procesión hasta las urnas solo por una cuestión de fe, me da que ha equivocado el paso, el camino y hasta el santo al que encomendarse.
El paraíso terrenal que prometió, “meteré las tijeras a todo menos a pensiones, sanidad y educación”; “cuando gobierne bajará el paro” o “no subiré el IVA”, tiene muy poco que ver con el limbo en el que muchos han terminado malviviendo.
El infierno sigue quemando para muchos otros que han sufrido toda una serie de calamitosas desdichas mientras veían como los miles de millones de euros que se han prestado a la banca, a pesar de lo que se anunció, jamás se devolverán.
No sé si Dios manda o no manda mucho, lo que sí creo es que poco va a tener que ver con los resultados electorales. Rajoy deja en estos tres años marianos, que se han hecho más largos que Ben-Hur, muy poca fe y mucho sufrimiento. Y eso, lo quiera o no, sí se mirará en las urnas.
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