Hace ya un montón de años que Miguel de Unamuno dijo aquello de “¡Levantinos, os va a matar la estética! “ Me gustaría saber qué diría ahora el pensador vascos viendo a los pueblos de Levante inmersos en la prosperidad y la más abyecta corrupción. Fue también Eugenio de D´ors quien dijo que toda estética lleva aparejada una ética. Sí, pero no siempre. Hay quien se dedica a separar las cosas hasta el punto de que debajo de una gran obra artística sorprendamos una gran balsa de mierda: El dolor de este desgarramiento es lo que el autor del “Sentido trágico de la vida” quería denunciar. Frente a este problema de compromiso cada cual reacciona personalmente como puede. Hay quien no quiere meterse en política porque cree que es sinónimo de putrefacción y además no contribuye, según ellos, al arribismo. Por tanto, mejor vérselas con pintores, críticos de cultura, publicistas, literatos despolitizados. Aquí al menos no te ganas la reprobación o el odio de los partidos ideológicamente contrarios. Por este camino te puede venir, luego a luego, un premio, un homenaje, un reconocimiento de esos que ahora llaman la casta. Ahora bien, como te tomes seriamente el principio de que toda estética entraña una ética, prepárate para lo que venga. De momento te espera el olvido, el ninguneo geológico. Permítanme uno de carácter personal. En realidad todo comenzó en la guerra de Irak. Yo tomé partido contra la invasión norteamericana y no se me olvidan los triunfalistas gestos de Aznar con los pies sobre la mesa con si fuera el segundo amo del mundo. Por aquel tiempo yo tenía publicados libros de pintura, de literatura, de poesía. Había leído mucho sobre estética y crítica comparada. Ver las mentiras que venían en los periódicos sobre las armas de destrucción masiva me indispusieron ya para siempre contra cualquier periodismo esteticista de amiguetes. Vine a caer en lo que yo nunca había soñado: en la escritura política. No crean que esta sección me satisface por completo, pero al menos tiene en cuenta los problemas de la ciudadanía. Lo que más me ha gustado siempre es que, sorprendentemente, me pare algún lector o lectora en la calle y me diga: “¿Sabe que todos los días leo su artículo?”
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