Otro verano más la actualidad se cuartea en noticias que nos hablan de pueblos de Almería en donde la sequía devuelve al primer plano de la actualidad los cortes de agua, las restricciones y las cubas en la plaza del pueblo. Filas de garrafas vacías bajo el sol que reseca una tierra que nunca fue fértil y que oculta, como una maldición, la pertinaz sequía de cuando el NODO, pero refrescada ahora por las nuevas tecnologías que retratan a todo color la misma miseria de siempre. Escribe uno de la sequedad de la tierra y, bajo el estruendo del rompeolas de calor, se agrietan los recuerdos de las no relativamente lejanas promesas de algunos políticos almerienses sobre el final de los problemas hidrológicos en Almería. Eran los tiempos en los que los representantes del partido en el gobierno (el PSOE) en Almería tenían que salir a defender la derogación del Plan Hidrológico Nacional que el inolvidable Zapatero llevó a cabo por exigencias de sus socios independentistas catalanes. Menudo papelón. Y así, de la noche a la mañana, el mismo Plan que los socialistas decían defender desde la oposición pasó a ser “una burra muerta” (Martín Soler dixit) aunque, eso sí, los almerienses no nos debíamos preocupar por el agua porque ellas y ellos iban a realizar una magnífica red de desaladoras que acabarían con el déficit hídrico de Almería. “Más agua, más barata y para siempre” era el lema de aquellos días y que probablemente aún pueda leerse en algunas vallas publicitarias recocidas sobre los Campos de Níjar. ¿Qué quedó de aquel impulso técnico y político que proclamaba la solución permanente del agua en Almería a través de factorías con ósmosis inversa y membranas semipermeables? Yo no soy técnico, pero cada vez que leo noticias sobre los efectos de la sequía en Almería me pregunto qué tal estaríamos si el botarate de Zapatero y sus palmeros no se hubieran cargado de un plumazo el Plan Hidrológico Nacional.
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