Desde hace tiempo, en tertulias y comentarios como este vengo anunciando que los principales mandatarios de ´nuestro´ mundo -lo que haga Putin sobre este aspecto nada nos importa- iban a rechazar, de una forma u otra, el proceso independentista catalán.
La última voz en unirse al coro prudente que reclama una España unida y fuerte, "que es lo que conviene al mundo", ha sido nada menos que la de Barack Obama, durante su encuentro en Washington con el Rey. Antes fueron Merkel, Cameron y, en algún sentido, el primer ministro francés, Manuel Valls -antiindependentista furibundo, me consta, en su faceta de oriundo de Cataluña- y el presidente de la Comisión Europea, Juncker.
Me cuentan que algunos ´embajadores volantes´ -llamémosles así- de la Generalitat han recorrido, además de casi todas las capitales europeas, varias de las principales latinoamericanas, recibiendo, como en Europa, educadas muestras de rechazo al ´adiós a España´. Ningún Estado importante secunda o respalda, en estos momentos, los planes de Artur Mas.
En efecto, al mundo le conviene, y no hace falta siquiera que Obama lo diga desde el despacho oval, una España fuerte. Sin Cataluña, sería más débil. Y Europa estaría algo más fragmentada, teniendo que atender a una nueva petición de ingreso -sería la tercera que está llamando a la puerta de la UE- en unos momentos en los que, entre la inmigración ´económica´ y los refugiados políticos, el Viejo Continente tiene que afrontar uno de los mayores retos de su Historia. Casi una repetición de la caída del Imperio Romano.
Y así las cosas, no está el horno para salidas de tono independentistas, como muy bien saben los diplomáticos de varios países con los que, claro que siempre sin micrófonos y ´off the record´, he podido hablar en los últimos meses.
Europa necesita a España, a ´esta´ España que al fin se ha integrado plenamente en el club, los Estados Unidos necesitan a ´este´ aliado español que tan útil les resulta en Rota, y los pasillos de la Asamblea General de las Naciones Unidas mostrarán, en los días inmediatamente anteriores a la votación catalana, que la inmensa mayoría de los países del mundo rechaza que se desgaje una parte del territorio español.
Creo que Artur Mas, que debe ser sin duda un arriesgado jugador de póker, sabe todo esto. Y que el superávit comercial de Cataluña con el resto de España se desvanecería en cuestión de días ante un proceso efectivo independentista. Sería el aislamiento. Por eso va susurrando que, suponiendo que ganase las elecciones del 27 con la mayoría suficiente, iniciará el 28 un proceso negociador, que no tendría, en la realidad, la independencia como horizonte final, por mucho que se vociferasen otras cosas.
Miopía Se trata de obtener algunas ventajas para Cataluña, esas que, a mi juicio con miopía, Rajoy ha venido rechazando no solo conceder, sino incluso tratar.
Si con Zapatero comenzó el descenso a los infiernos, con Rajoy se han consumado los dislates: la reciente reforma del Tribunal Constitucional se hizo sin avisar no solamente a la oposición, sino ni siquiera al presidente de este Tribunal.
Y el previsto ´cara a cara´ televisado entre el ministro de Exteriores, García Margallo, y el líder de Esquerra, Oriol Junqueras, ha enfurecido hasta el extremo a los ´populares´ catalanes, comenzando por el candidato Albiol, que bastantes problemas va acumulando ya.
Por todo eso, y porque los partidarios del ´no´ a la independencia parecen estar pensando más en la conquista de La Moncloa que en la unidad de esa España fuerte, puede que Mas gane las elecciones. Y podrá decir que lo ha hecho contra España, contra Europa, contra Obama y contra el mundo.
Lo peor es que él, incauto, cree que eso potencia sus planes y su imagen, cuando en realidad, es el principio del fin para el molt honorable. Y para sus planes locos.
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