De la taberna al gastrobar

Kayros
01:00 • 24 oct. 2015

Ya hace varios años que no vivo en Almería capital. No estoy lejos, en verdad, pero lo suficiente para perderme algunos sucesos que siempre me interesaron. Exposiciones de pintura, conciertos, conferencias y otras reuniones. Para colmo tampoco pertenezco a ninguna redacción periodística que es donde la información diaria se hace más directa y viva. No obstante la ausencia para mí parece que añadiera una visión poética a los aconteceres cotidianos de la gran ciudad. 
Hoy me fijo con más interés y precisión en las transformaciones de calles y plazas. Hay que reconocer que todas las ciudades cambian por muy ineficaz que sea el Ayuntamiento o el partido que lo gobierna. De lo contrario el urbanismo sería un absurdo y los edificios se caerían a pedazos. Más de cincuenta años en la profesión ya me dan para algunos recuerdos entrañables. Veo ahora los nuevos bares de diseño en el mismo sitio donde en otro tiempo había una taberna con su olor a vino agrio, sus toneles en la puerta y algún letrero advirtiendo que no se debe blasfemar ni hablar de política. Lo nuevo son esos bares donde el dueño ya no te habla de toros ni de fútbol (aunque tampoco lo desprecien) sino de arte, literatura, música, viajes, etc. La paredes del local están decoradas con gusto. La gente suele ser joven. El gran paro juvenil al que todavía no le ha llegado la recuperación inventa nuevas formas de ocupar el tiempo y de meter algún dinerillo en la caja.
Aunque nuestro Presidente no hable casi nunca de cultura y lea “Marca”, tengo que destacar estos locales almerienses cuyos dueños han descubierto los valores del intelecto. Tenemos una sociedad preocupada por algo más que por la vagancia y más de un chico de los que sirven cerveza o tapas te pueden apabullar diciendo que tienen economía y ciencias exactas. Estamos en el gastrobar, palabra que ya de por sí te aleja de las antiguas costumbres y, como dijo el filosofo estructuralista, detrás de cada palabra subyace un mundo. Se habla mucho de emprendedores como un modo de quitarle hierro al viejo empresario. Por lo menos estos jóvenes saben que la cultura debe estar presente allí donde se mata el tiempo tan útil.







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