Con esta densa algarabía secesionista que vivimos estos días, quizá ha pasado desapercibido para unos y otros, el ciclo de conferencias celebrado en el Museos Reina Sofía, de Madrid. La misma urgencia de poner de acuerdo a los partidos constitucionalistas, cosa que Rajoy no ha tenido más remedio que hacer después de llevar varios años actuando solo, indica que por ahora la cultura debe esperar. Y sin embargo los entendidos que están en el ajo hablan sin desmayo de barbarie. El título general del ciclo lleva un ladillo tan urgente como el que sigue: “Diez propuestas al borde del abismo”. Palabras gordas, severas, acuciadoras. Nadie lo dijera viendo esos programas donde ni siquiera se nombra la cultura. Al menos Zapatero fue capaz de agrupar y movilizar para su causa a los llamados hombres de la ceja. Rajoy, por el contrario, tiene otros quehaceres más suculentos como predicar constantemente la recuperación y, en sus ratos de ocio, leer el Marca. Dudo que pueda haber alguna clase de recuperación sin preparar la mente para una manera germinal de ver el mundo, para una nueva vida. Por supuesto que no estoy hablando solo de promocionar los toros junto a la nostalgia de las fiestas patronales. Todo eso no está mal pero es muy poco. No es posible que así venga el cambio profundo capaz de ponernos al margen del abismo. Los conferenciantes se refieren a los grandes enemigos del sector. El primero de todos un IVA al 21%. El Gobierno parece que creyera que manejar cultura equivale a negociar con diamantes. Y así es en efecto, solo que e l teatro, los libros, las películas, los conciertos de música, la exposiciones de pintura no suelen ser tan nocivos. Afortunadamente ya no tenemos que luchar contra la dictadura. La policía de Franco no viene a cerrar el periódico o a llevarse los ejemplares de un libro necesario. De la barbarie tenemos casos más recientes. Los conferenciantes hablan también de la cultura subvencionada, del cierre de teatros y de orquestas, de la piratería, etcétera. Ya me doy cuenta que lo primero es lo primero. Si no hay ni para zapatos ni para el desayuno de los niños, parece tonto salir a protestar en nombre de Kant. Quien de verdad tiene la obligación de arreglar las cosas es el Gobierno, para eso cobran y para eso vinieron sin querer irse aunque los corran a gorrazos.
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