Pedro Manuel de La Cruz
23:50 • 26 dic. 2015
El pasado lunes Samuel Najas acababa su crónica sobre el papel de árbitro que las elecciones del 20D han otorgado envenenadamente a los socialistas con una frase rotunda: El PSOE se convierte en árbitro, pero también en posible víctima.
A Pedro Sánchez le ha llegado su hora. En las próximas semanas tendrá que decidir, solo y en compañía de otros, cuál de las tres posibles salidas del laberinto es la que más le interesa a los españoles, a sus votantes y a su permanencia en el tablero político. Una encrucijada dramática de cuya gestión dependerá el futuro del gran partido de la izquierda y, sobre todo, el futuro del país.
Si opta por alcanzar un acuerdo al itálico modo o a la catalana usanza con Podemos, independentistas y nacionalistas más o menos radicales, firmará su defunción; en incómodos plazos, pero defunción al cabo. Su presidencia dependerá del estado asambleario con que cada mañana se levante alguna de las facciones de Podemos o de cómo le vaya el tactismo marketiniano a Iglesias y Errejón. La dirección de Podemos sabe, bien que sabe, que su hegemonía está vinculada a la debilidad socialista. Iglesias cree que puede llegar al poder y su endiosamiento televisivo- a saber qué sería Podemos sin el batallón de tupamaros mediáticos a sus órdenes-, le hace ver en el PSOE el único obstáculo. A Moncloa nunca se llega desde un segundo puesto en la izquierda, su obsesión por el sorpasso es, por tanto, razonada y razonable. Lo que olvida es que sociológicamente España es un país de centro izquierda y que una gran parte de los votantes socialistas nunca irían a sus redes por muy bien que las teja con el hilo de la ambiguedad táctica.
La experiencia catalana del tripartito, tan catastrófica para los socialistas, es la mejor vacuna contra las urgencias de un sector del PSOE atrapado en la vacuidad estratégica y desesperado por pisar moqueta. El happy pandi de Zapatero sigue vivo en algunos despachos de Ferraz y en algunos platós televisivos y la tentación será una manzana permanente en la mesa del líder del PSOE que nunca morderá, aunque le atraiga su sabor. Susana Díaz tiene tanta ambición como quienes adornarán cada día la manzana para aumentar su seducción, pero su talento es aún mayor y nunca se lo permitiría. Y no olviden que Andalucía aporta uno de cada cuatro diputados del PSOE en Madrid.
Una segunda opción es abstenerse en segunda votación y permitir a Rajoy formar gobierno. Ferraz y Sevilla coinciden en su oposición rotunda a esta posibilidad. No se puede facilitar el gobierno de quien ha sido su adversario durante cuatro años y al que han llegado a despojar públicamente de la decencia.
Si Pedro Sánchez posibilita la reelección de Rajoy, sus posiciones, fuera y dentro del PSOE serán bombardeadas con munición argumental de casi imposible respuesta. No puede facilitar la continuidad de quien tanto ha censurado en todos los puntos cardinales de su acción de gobierno.
Pero el cierre, casi insalvable, de estas dos puertas, le aboca a una tercera- la repetición de las elecciones- que le acerca, aún más al abismo. Si los españoles somos convocados en los idus de marzo a unas nuevas elecciones en mayo, los socialistas corren el riesgo, más que cierto, de ser superados por Podemos. Las olas necesitan un tiempo para remansarse y el efecto Podemos tienen un recorrido que Pedro Sanchez y su entorno no podrán detener en los próximos meses. ¿Cómo vas a conseguir en tres meses lo que no han logrado en dos años?
Llegados aquí hay quien apunta que la solución podría ser un cambio radical en el PSOE utilizando el proceso de primarias para reelegir u optar por otro candidato. Tampoco es, en principio, viable. Los plazos no dejan posibilidad alguna y sólo la renuncia de Sánchez y su sustitución por Susana Díaz a través de una decisión tomada por unanimidad del comité federal haría posible la operación. Una operación llena de riesgos.
El PSOE está en una encrucijada endiablada, pero todos los demás partidos también. El proceso que ahora se inicia deben afrontarlo- todos; todos- sin líneas rojas, sin posiciones numantinas y sin la consideración por nadie- por nadie- de imprescindible. Ha llegado la hora de la verdad.
En la magnífica película “Lincoln” hay un dialogo maravilloso que quizá convendría que volvieran a ver algunos de nuestros aspirantes a líderes políticos. La escena transcurre en la Casa Blanca. El presidente escucha con atención la arenga de uno de los diputados más radicales de su partido en contra de la estrategia poco ortodoxa a poner en práctica con algunos diputados demócratas para aprobar la enmienda que abolía la esclavitud. Cuando termina su alegato, Lincoln se incorpora de su asiento, se mesa la barba y con voz cansada le pregunta-¿Sabes para lo que vale una brújula? Para señalar el norte, verdad-se responde él mismo-; pues bien, hay veces que, aunque el punto de llegada está claro, hay que estudiar bien el recorrido, porque, si seguimos escrupulosamente la dirección que marca la brújula, podemos encontrar en el camino pantanos y otras adversidades que nos impidan llegar a la meta. A veces hay que recorrer atajos no deseados, asumir decisiones incómodas y optar por opciones arriesgadas para alcanzar el objetivo.
Lincoln y su airado y ético compañero de partido eran unos patriotas. A ver cuántos de los que así se autoproclaman en España lo son de verdad.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/97149/psoe-arbitro-y-victima